CAPÍTULO 6 DESCUBRIMIENTO

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Estaba terminando mi desayuno, aún me quedaba alrededor de una hora, antes de mi cita con Melisa. Estaba absorta, perdida en mis pensamientos, cuando escuché una voz conocida. Levanté la mirada y lo vi, era mi esposo, el mismo que declinó mi invitación porque la junta importante que tenía, no se lo permitía, pero si le estaba permitiendo llevar a otra en mi lugar, los miré esperando confirmar que se trataba de una simple reunión de negocios, era lo más probable, ella trabajaba para él.

Yo los podía ver, pero ellos a mí no, porque me encontraba en un pequeño reservado con vidrios de los que permiten ver hacia un lado, pero no para el otro.

No tardé en arrepentirme de estar observando, mientras les llevaban su orden, lo vi conversar tan animadamente con ella, como hacía años que no lo hacía conmigo, ambos se acercaron en un momento dado, él tomó sus manos, ella acarició su rostro y se besaron, yo me quedé en shock, no podía creer lo que estaba viendo, y aunque lo intuía, no era lo mismo imaginar que mi esposo me era infiel, a verlo con mis propios ojos y comprobarlo de la peor forma.

No se cómo es que no me derrumbé en ese momento, no tuve el valor de salir y enfrentarlos, simplemente me quedé congelada. Aunque por su actitud llegué a pensar que tenía una amante, en el fondo me hacía a la idea de que no era así, de que yo me estaba volviendo paranoica, después de todo, él me amaba ¿no? Todos los matrimonios pasaban por tiempos difíciles, ¿no es cierto? Siempre pensé que todo se resolvería, pero ahora estaba ante mi triste y dolorosa realidad, con mi esposo y esa mujer sonriéndose uno al otro, como dos tortolitos, besándose y acariciándose y todo delante de mí. No sé de dónde saqué fuerzas, me prometí no llorar, me prometí ser fuerte, no le daría el gusto de verme derrotada y humillada una vez más. Tomé mi portátil que siempre cargaba conmigo por cuestiones de trabajo, y me desconecté de ellos, no quería ver, no quería pensar.

Por supuesto que no hice nada, simplemente miré la pantalla por largos y eternos minutos, hasta que levanté mi vista y ellos se habían marchado. Era increíble que hubiesen transcurrido cuarenta y cinco minutos, ya no me daba tiempo de nada, más que pagar mi consumo y ordenar dos cafés, uno para mí y otro para Melisa, que no tardaría en llegar a nuestra cita.

Durante nuestra reunión, no pude evitar sentirme perdida, resentida y humillada, la veía a ella con sus cuatro meses de embarazo, tan fresca y tan feliz, hablando de los preparativos de mi grandioso séptimo aniversario de matrimonio, cuando yo me moría por dentro sabiendo que todo era una gran farsa, que si por él fuera jamás habría un séptimo aniversario y entonces lo comprendí, eran ellos, sus padres, por ellos lo hacía, porque ellos me apreciaban, porque desde que yo estaba a su lado, según palabras de ellos mismos, él era otro, era lo que ellos esperaban que él fuera y no concebían a su hijo con otra mujer. ¿Cómo es que no me di cuenta antes?

El resto de la reunión paso, sin yo, ser verdaderamente consciente de lo que hablamos, creo que a todo dije que sí, no lo recuerdo, apenas y terminamos, me subí al auto y manejé hasta mi casa, subí a mi recámara y di rienda suelta a todo el cúmulo de sentimientos que tenía acumulados, lloré durante todo el día, esa noche Roger llegó tarde como lo venía haciendo, ya, yo sabía de dónde venía y para mí desgracia ahora esa mujer desconocida tenía rostro y nombre.

Esa fue la primera noche en la que no intenté estar cerca de mi esposo, por el contrario, me posicioné en la orilla más alejada de él.

Al día siguiente tampoco intenté comunicarme con él, ni siquiera contesté a sus buenos días, no le deseé un bonito día como siempre, y el salió sin echar de menos que su esposa ahora era diferente.

Los días se sucedieron, no lo volví a buscar, mis manos no lo volvieron a tocar, mis labios no lo volvieron a besar, y por supuesto él no me busco a mi, era lo que él quería, y yo se lo estaba facilitando. La rabia, la tristeza y la impotencia me consumían, mientras él seguía con su vida, totalmente ajeno a la mía

Marcela
Esa tarde cité a Melisa en nuestra casa, era la última reunión que tendríamos, ya todo estaba listo para que en unos días se llevara a cabo nuestro gran evento.

Desde que llegó la observé, estaba a un mes de dar a luz, se le veía radiante, pensé que sería buena madre.

Ella nunca había estado ahí, vi como sus ojos brillaron de admiración ante él lujo y el buen gusto de la decoración, quizás ella como yo, no se imaginaba poder vivir en un lugar como este, yo jamás lo imaginé, hasta que sucedió, no lo busqué, pero se dio, quizás ella pronto tuviera la misma suerte.

_ ¡El lugar es hermoso! - dijo mirando a su alrededor.

_ Lo es. - dije. _ pero esto no es lo que te da la felicidad.

Ella sonrió.

_ ¡Créeme que yo sería feliz en un lugar como este! - sonrió.

_ Quizás lo logres. -dije. _ Roger me comentó, que a tu novio le está yendo muy bien ahora que decidió quedarse en la ciudad, para que tú siguieras en la empresa.

_ ¡Así es! - asintió con nostalgia. _ aun así no creo que yo pueda aspirar a algo como esto. _ me conformo con poco.

_ Tu novio debe de estar feliz por tu bebé. - dije. _ entiendo que, en este momento, él sea su prioridad.

_ Si. - dijo ella. _ está como loco, aún no se lo puede creer. Está feliz, y yo también.

La miré, no hacía falta que me lo dijera, saltaba a la vista.

No pude evitar sentir envidia por ella, al fin de cuentas tenía todo lo que yo había anhelado.

AMOR TARDÍO/ No.1 De La Serie: AMORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora