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— Creo que deberías cambiarte — Ivette asintió mientras sacudía el final de su vestido, buscando deshacerse de las gotas impregnadas en él. —. Ha sido un fantástico paseo, gracias.

La joven sonrió en su dirección antes de negar. — No ha sido nada, solo creí que era lo que necesitaba.

Había tenido razón. 

— Iré a mi habitación ahora, uhm... — Hyunjin le hizo paso para que subiera las escaleras primero y ella lo hizo, siendo seguida por él. — ¿puedo preguntar por qué el Muscari?

Hwang lo miró y luego sopló sobre la planta, sacudiendo levemente las bulbosas. — Me parecen mágicas — interesantes... perfectas. —, y su color es muy exótico, ¿no lo cree?

Ella asintió, con un brillo peculiar en los ojos no dejó de observarlo, Hyunjin sostuvo su curiosidad. — Lo son. — avanzaron en silencio hasta el final de las escaleras, cada uno separándose en caminos distintos, con destinos distintos.

Hyunjin tenía en claro el suyo, Ivette solo estaba tomando un atajo a su verdadero deseo.

Los Muscaris tiene una estructura disfuncional, no es una forma perfecta, y el olor que desprende es suave, leve, pero atrayente al mismo tiempo. Y según dicen, tiene efectos secundarios interesantes cuando sus frutos son aplastados. 

Siempre ha visto los Muscaris como una planta rústica, encantadora y extraña, ahora ella trae recuerdos a él, y nuevas ideas que quiere extender hasta que no queden más encerradas en su mente.

Tocó la puerta frente a él dos veces, esta se abrió varios segundos después, y al ver la persona del otro lado no pudo evitar sonreír, por lo atontado y perdido que el pelirrojo se veía, con su camisa resbalando levemente por uno de sus hombros dejando al descubierto parte de su clavícula, la misma prenda se encontraba fuera de sus pantalones, haciéndole ver lo realmente grande que era en comparación con su cuerpo.

Sus ojos brillaron en deseos encerrados y reprimidos. No se había equivocado, el hombre que lo miraba confundido por su silencio, esperando por sus palabras, solo podría ser su musa. 

Y él tenía mil y un composiciones para tocarle

— Majestad... — jamás le diría cuánto amaba que lo llamara así, el poder que tenía sobre él con solo nombrarlo — ¿qué hace aquí? — el problema que crecía en ambos... porque se le estaba escapando de las manos.

Porque Seungmin era como la arena atrapada en sus dedos, escurridiza, pero a pesar de verse como un obstinado no se negaría a acogerla una y otra vez. Con tal de tenerlo y sentirlo en su piel.

— Olvidas que hora es, pequeño Arlequín.

Porque en esos ojos azules se encontraba el único cielo que quería observar, en cada uno de sus diferentes climas.

Lo tomó de la mano y la sintió caliente en contraste a la suya, suave, tierna, creció en él la necesidad de cogerla con fuerza, entonces lo supo. La copa que estaba llenando había llegado a su límite, era hora de tomar de ella para llenarla de nuevo.

Lo llevó a su cuarto, porque era el único lugar donde sentía que le pertenecía, no a él, si no a su pequeño Arlequín, pues los retratos que pintó con su rostro en él y escondía como un ladrón, las músicas que escuchó pensando en él y su propio cuerpo, habían sido probados por Seungmin en esa habitación. Y ahora eran solo suyos, pues llevaban su nombre con tinta invisible pero permanente.

Dejó el macetero cerca de la ventana y arrancó de este uno de sus fruto azules, mirándolo con atención mientras tenía al Arlequín a sus espaldas. Al girar a verlo su respiración empezó a jugar en su contra, pues la expectativa crecía en su interior con cada segundo. 

𝕬𝖗𝖑𝖊𝖖𝖚í𝖓 || HyunminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora