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El salón estaba decorado hasta en los rincones más profundos y difíciles de ver a simple vista. Las telas caían con gracia, colgadas como todo un espectáculo de los muros superiores. Se veían exquisitas moviéndose al compás del viento y desprendían una sensación sutil de encanto.

Por supuesto, no parecían adecuadas para un cumpleños de once años, pero esa noción no parecía llegar al príncipe Hwang Kai, quien con mirada juzgadora miraba el salón con ojo crítico. Se veía concentrado, muy metido en el papel de supervisor.

— Estás asustando a los mayordomos — Beomgyu miró desinteresado a los hombres a su alrededor, que temblaban mientras esperaban el veredicto de Kai. —. Yo solo digo, que si no quieres que se demoren aún más, deja todo como está.

— No me gustan las rosas blancas.

— Bien, todo está perfecto, gracias chicos. — Beom empujó a Kai fuera del salón, con el mencionado dejándose llevar a regañadientes por su mejor amigo y líder de mantener su genio bajo control en situaciones como esa. 

Beomgyu lo entendía, hasta cierto punto, que Kai quería que todo salga perfecto para el cumpleaños número once de Yeji y Niki, sus hermanos consentidos, quienes aparte de tener bajo las suelas de sus zapatos al, muy pronto Rey de Heeglof, tenían el amor de prácticamente todo el mundo por su belleza irreal.

Eran el tesoro del Reino.

— ¿Subes? tus cabellos se están parando, deja de erizarte. 

Kai bufó cansado mientras seguía a su mejor amigo escaleras arriba, en dirección a la habitación de Niki, que era donde prácticamente siempre se encontraba.

— No voy a estar tranquilo hasta que se cambien las rosas.

— No van a matarte unas cuantas florecitas. 

— Deben ser rojas.

Beomgyu suspiró, conocía el genio de su amigo, sabía que para antes de la celebración esas rosas se convertirían en rojas como por arte de magia.

— Algo me dice que no estás así solo por la celebración.

Kai se tensó y respondió entre dientes. — ¿Así como? 

— Hervido — Beomgyu miró a su amigo con curiosidad antes de entrecerrar los ojos y caer en cuenta de algo. —. Por cierto, ¿y Soobin?

Kai dejó su tensión, disparando la flecha que tenía sujeta momentos atrás tan firmemente.

— ¡Se supone que debió estar conmigo desde las nueve! pero ¡oh dios lo quiera! "Yeonjunnie tini gripisita, irí in miminti i virli!" ¡Que se joda la gripe! ¡Que se joda Choi Yeonjun! — Beomgyu tomó el pomo de la puerta de la habitación de Niki y la abrió. — Niki, nene, ¿ya vas a bajar?

Kai se convirtió completamente frente a los ojos de Beomgyu, quien ya estaba más que acostumbrado a esos cambios de actitud y personalidad. Con otros Kai era un dragón furioso con garras afiladas, con sus hermanitos era un caballero de armadura dorada. 

A esas alturas ya nada podría sorprenderlo.

Hwang Niki levantó la vista de su libro, de seguro de alguna novela desconocida para los dos mayores que lo observaban desde la entrada. Su cabello lacio y rojizo; cortesía de su padre, el Rey Consorte Hwang Seungmin; peinado perfectamente hacia atrás, con tan solo un ligero mechón en el centro de su frente, destacó por su pulcritud. Niki era el de apariencia dura y centrada con un toque de serenidad. Era la combinación perfecta de los rasgos de sus padres.

— ¿Está todo listo?

Kai sonrió levemente. — Aún no, pero puedes pasear y ver todo en vez de estar encerrado aquí.

𝕬𝖗𝖑𝖊𝖖𝖚í𝖓 || HyunminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora