1 EL SIGNIFICADO DE LA LIBERTAD

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Todo era un oscuro vacío, una negrura parecida a la del cielo nocturno, y dentro de toda esa nebulosidad, se veía a una persona, un chico de cabello blanquecino vestido con túnicas blancas, cayendo lentamente hacia lo profundo de aquel lugar.

«¿Qué es este lugar?»

El chico solo podía observar oscuridad a su alrededor, lo que le generaba confusión pero a la vez una calma inconmensurable que comenzaba a recorrer por todo su cuerpo. Él no tenía ni la más mínima idea del porque estaba dentro de aquel vacío sombrío y desolador; pero por primera vez en mucho tiempo se sintió tranquilo y sin preocupación alguna. Como si todos esos años infernales por los que tuvo que pasar a lo largo de su vida hubieran terminado al fin. Combinado con ese sentimiento, estaba la sensación de estar cayendo a lo más profundo de aquel abismo de forma tan lenta que, más que caer, se asemejaba a la sensación de estar flotando. Ya no pensaba en qué es lo había al fondo de todo, solo disfrutaba estar en ese lugar. Sonreía mientras observaba todo y a la vez nada.

«Todo es tan oscuro y... tranquilo, este lugar es... hermoso» pensó el joven pocos instantes antes de conocer el fondo de aquel abismo.

Cayó, como una pluma al fondo del abismo desconocido. Boca arriba sobre la superficie invisible que envolvía su espalda, sintió la paz y el sosiego invadir su ser. A pesar de ser rodeado solo por la infinita oscuridad, solo lograba vislumbrar su belleza oculta. Por muy aterrador y confuso que pudo haber parecido en un principio, el lugar demostró ser sorprendentemente tranquilo. La quietud del ambiente acariciaba su rostro, causándole escalofríos que de una forma extraña lo relajaban. Estaba tan solo, tan tranquilo, tan... libre.

«¿Esto es...la libertad?» pensó, sonriendo cual niño inocente después de que sus padres lo felicitaran por un buen trabajo.

Mientras continuaba apreciando la belleza de aquel vacío, alrededor se escuchó la voz de una mujer que resonaba como un eco dentro de una cueva gigante, diciendo el nombre del chico con una tonalidad tranquila y suave, llamándolo.

—Virgilio...

Virgilio escuchó aquella voz, pero no le prestó mayor atención, estaba sumergido en la belleza de aquel oscuro y hermoso lugar. Para él, nada podría arruinar la felicidad y tranquilidad que estaba sintiendo en ese momento.

—Quiero quedarme aquí, finalmente... soy libre­ —susurró Virgilio. No tenía la necesidad de pensar, ahora podía expresar con sus propias palabras todo lo que sentía.

Una segunda vez la voz de la mujer volvió a sonar dentro del lugar, esta vez dejando de lado el tono tranquilo y pacífico de antes, y ahora teniendo una entonación más alta y más clara, casi como si fuera una llamada de atención.

—Virgilio

Virgilio esta vez le prestó una considerable atención a la voz que se escuchaba dentro de la negrura de aquel lugar, y al escucharla, notó un tono familiar en aquel sonido que lo llamaba. Era alguien que el mismo conocía, pero debido a lo perdida que estaba su mente gracias a la belleza del lugar al que él consideraba la libertad, le costaba recordar aquella voz tan característica e importante para él.

—Esa voz... es la de...

Antes incluso de tener oportunidad de pronunciarse o alzar la voz, forcejeando internamente para gritar el nombre de la voz en la oscuridad, se oyen gruñidos. Pasos veloces, aullidos, garras arañando lo más profundo del abismo. Virgilio divisó un grupo de lobos en la distancia, acercándose desde el rincón más lejano de aquella negrura, en majestuoso contraste con su pelaje blanco y brillante. Se acercaban, lo acorralaban. Gruñían y lo miraban de manera amenazante, cual depredador a su presa. Sus gestos torcidos, facciones desencajadas y expresión rabiosa los hacían mucho más aterradores que en la distancia. Daba la sensación de que cada aullido les desgarraba la garganta aún más, a juzgar por el doloroso sonido que escaba sus cuerpos. Paralizado, Virgilio se mantenía entre el circulo de lobos, siendo su lánguido pestañeo y temblorosas manos la única señal de que su alma no había escapado su cuerpo aún.

El camino del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora