Una puerta se abre de par en par, dando paso a la estrella expectante de lo que sucede a continuación y de lo que está a punto de enfrentar. Los espectadores militares, ansiosos por el resultado, observan cómo esa estrella llamada Grecia avanza con determinación en el campo de batalla, a instantes de liberar la resplandeciente luz por la cual es admirada. Sin embargo, en el interior de la estrella, todo es distinto. En el momento en que pisa la arena, su propio brillo se apaga sin previo aviso. Un aura sombría se apodera de ella, revelando un torrente de emociones que van más allá de su poder. Tristeza, pena y dolor se manifiestan en la oscuridad que la envuelve en ese instante.
<<¿Qué es esto...? ¿Por qué siento de repente todas estas cosas?>>, piensa Grecia, abrumada por la presión y la atmósfera impregnada de oscuridad proveniente de los sentimientos de su contrincante.
Grecia no logra distinguirlo claramente. A pesar de la escasa distancia entre ambos, solo puede apreciar su silueta tendida en el campo de batalla, desprovista de cualquier rostro o expresión reconocible. En ese momento, los únicos pensamientos que inundan su mente son sobre cómo puede experimentar todas aquellas emociones negativas que emanan del individuo frente a ella. La ira y el resentimiento de su oponente probablemente se deben a la privación de libertad, un destino que comparte con Grecia misma. Por comparación, ella se siente como una simple hormiga ante esta fuerza imponente, una estrella que nunca ha conocido a alguien que brille con tanta intensidad como ella, solo para encontrarse abrumada por alguien cuyo poder no necesita brillar. Por primera vez en su vida, se siente inferior.
<<Debo tranquilizarme... esto no es algo nuevo. He sentido la presencia de otros Devas anteriormente; esto no es diferente... ¿verdad?>>, reflexiona mientras adopta una postura erguida, lista para el combate. <<Todos esperan mucho de mí, y estoy dispuesta a pagar el precio que sea necesario por todo esto>>.
Un instante después de aclarar su mente y tomar una decisión, Grecia corre directamente hacia su adversario. Mientras su brazo derecho despide una intensa luminosidad, que poco después adoptará la forma de una cuchilla, ataca sin detenerse. Sin embargo, algo rompe el silencio. Una voz, entrecortada y llena de tristeza, le habla a Grecia.
—Ayúdame...Por favor— suena una voz femenina llena de melancolía y notablemente desgastada, proveniente de su contrincante.
Justo antes de lanzar su ataque, la ve. Llora. Aquella adversaria que hace tan solo unos momentos era sinónimo de peligro y rabia, ahora está frente a ella, llorando. La expresión en el rostro de esa mujer en el suelo es de desolación y pérdida, como alguien que no desea estar en ese lugar y desconoce la razón de su presencia. Grecia la observa fijamente, perpleja por la situación. Aquella Deva que se suponía superior, postrada y derramando lágrimas, es algo que no logra comprender.
<<Ella... está llorando. No tiene sentido. ¿Cómo terminé aquí?>>, piensa Grecia, totalmente desconcertada por la situación, mientras rápidamente comienza a recordar los acontecimientos que la han llevado hasta allí.
Todos los sucesos previos a ese momento, los eventos que conducen a aquel enfrentamiento entre la estrella llena de dudas en sus decisiones y su contrincante sumida en el sufrimiento.
Grecia y el coronel recorren juntos el pasillo, solo unos minutos después de haberse separado del capitán Stefano y Virgilio.
Ninguno de los dos pronuncia palabra alguna. Los únicos sonidos que se oyen entre ellos son las conversaciones y los ruidos de fondo de los demás. La expresión de Grecia es gélida, manteniéndose erguida en su caminar, mientras que el coronel, mientras continúa avanzando, la observa por un instante y esboza una leve sonrisa, intentando iniciar una conversación casual.
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El camino del Alfa
LosoweNo habiendo conocido más que las muros de su prisión, Virgilio sueña con conocer el exterior, y encuentra su oportunidad al cruzar caminos con una extraña mujer que parece venir de fuera. Evelyn, como representación de la libertad que el chico anhel...