Capitulo 6. El príncipe entrometido

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Confieso que el jonalec es mi gusto culposo. No tiene que ver con el capítulo de hoy, pero acabo de leer el mejor fic jonalec que he leído en toda mi vida. Demasiado caótico, demasiado drama, demasiado sufrimiento.

Tengo hartas a mis hermanas por hablar de este fanfic pero es que es tan disjdebfqao. Es tan original y está increíblemente bien hecho. Y para acabar, Malec es endgame.

Ya basta de spam y regresemos con el capítulo 😔

Disfruten

Magnus caminó por los pasillos del castillo, silbando y tarareando alegremente.

Hoy tenía su segunda clase de cocina con Alexander.

Diana, Alexander y el acordaron de hacer las lecciones los martes, jueves y sábados en la tarde para que Magnus tuviera oportunidad de hacer sus demás labores como príncipe. Aunque esos labores se reducían a verse bien, ir con el sastre y asistir a las ocasionales juntas que realizaba el concejo, pero eso no lo sabía Diana.

Llegó hasta la cocina, mas no vió a Alec ni a Diana. Se quedó en la entrada, indeciso de qué hacer a continuación.

La cocina era caótica y tan bulliciosa como la recordaba, algunos de los cocineros caminaban de un lado a otro. Él no se imaginaba cómo sería estar todo el día cocinando y que tanto lo hacían, pero debían de servir tanto a la realeza, como a los trabajadores del castillo.

Pasos y voces se acercaban detrás de él, así que se dió la vuelta y encontró a Alec, Diana y una rubia a paso rápido. Se detuvieron abruptamente al verlo en la entrada de la cocina.

—Príncipe Bane —exclamó Diana, sorprendida —. ¿Qué hace aquí? Falta una hora para la sesión.

—Lo sé, solo que no tenía nada que hacer y pensé que no tendría nada de malo adelantarme un poco. ¿Interrumpo? —preguntó, aunque sabía que no responderían con sinceridad la pregunta.

Después de todo, no podían decirle al príncipe que interrumpía algo. O al menos no Diana.

Alec sí.

—De hecho, sí —murmuró el ojiazul entre dientes, ganándose un codazo por la rubia que estaba junto a él.

—Para nada, su alteza —contradice la rubia haciendo una leve reverencia.

—Solo estaba por mandar a Alec y a Helen al pueblo para separar unas cosas que nos hacía falta. Si quiere, lue...

Magnus se apresuró —O yo puedo acompañar a Alexander.

—¿Eh? —preguntaron Diana y la rubia (Helen, ahora lo sabía) simultáneamente. En cambio Alec, en vez de parecer sorprendido, soltó un bufido irritado y molesto.

—¡Claro! No tengo nada que hacer hasta más tarde y estoy seguro que a Alec no le molestaría para nada mi presencia. ¿O sí? —preguntó, sabiendo perfectamente la respuesta a esa pregunta.

Lo que tenía que hacer más tarde era hablar con su padre y el consejo sobre su próxima feria que se festejaría en el pueblo para conmemorar a Lilith. Fue la festividad favorita de Magnus desde que era pequeño y, por fortuna, sería en menos de una semana.

Helen y Diana le dieron un codazo coordinado a Alec, quien rodó los ojos y cruzó los brazos. Ante los tres pares de ojos que se posaron sobre él, ansiosos por su respuesta, tuvo que aceptar.

—No, para nada —ironizó.

Magnus sonrió por la ironía en sus nada creíbles palabras. Al contrario, las dos mujeres suspiraron y negaron lentamente, resignadas.

Los secretos del castillo BaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora