Los secretos del castillo Bane

Capitulo 7. El cocinero arquero Parte II

Puede que me haya tardado unas semanitas más de las que prometí, pero lo bueno se hace esperar.

Realmente no tengo otra justificación que no haya dicho antes: la escuela. Así que me saltaré directamente al capítulo.

Disfruten

∞

Magnus compró su entrada al concurso en primera fila. No era taaaan fan de los deportes, incluyendo la arquería, pero por su cocinero gruñón lo que sea.

—Si no es otro que Magnus Bane —dijo una voz detrás suyo. Magnus se tensó y con pesar se dió la vuelta.

—Príncipe Magnus Bane —corrigió el moreno.

Hipatya Vex sonrió —Por supuesto, príncipe Magnus Bane. Estoy ciertamente impresionada por su presencia en este lugar.

Algo que no te concierne.

—Mmm, unos asuntos. Soy un hombre con muchos pasatiempos y gustos, y este es uno de ellos.

—Nunca creí que un hombre como tú se interesaría en algo más que no sea él mismo y a la próxima persona que meterá a su cama.

—Para que veas, soy impredecible —sonrió falsamente Magnus, sentándose en su asiento sin querer hablar más con la detestable y competitiva mujer a lado suyo.

Lamentablemente, ella se sintió a su lado.

—Traje a mis mejores competidores a la feria y déjame decirte que mi arquero, el número 13, es lo mejor que podrás ver. Tal vez podrías ser inteligente y apostar por él —sugirió Hipatya señalando al grupo de 37 hombres y mujeres que iban entrando con un arco en mano y flechas en su espalda, entre ellos Alec, quien iba con una máscara de indiferencia pero Magnus podía ver desde su lugar cómo retorcía sus manos y movía los pies.

—No, gracias. Tengo a mi propio jugador estrella y no dudo, ni por un segundo, que vaya a ganar —aseguró cruzando sus brazos, sin apartar la vista de Alec.

—Creo que te llevarás una increíble decepción. Si te soy sincera, siempre quise saber cómo le sentará una derrota a Magnus Bane.

—Y si te soy sincero, nunca he dejado que alguien averigüe eso.

—Ya veremos.

—Por supuesto.

Los dos se sentaron hombro con hombro, lanzándose de miradas altaneras y resentidas cada cierto tiempo. Fue un ambiente tenso.

—Oye. Oye tú —le habló Magnus a un adolescente que iba pasando con un cartel de ánimo hacia uno de los participantes. El chico se detuvo y lo miró sorprendido.

—¿Sí, su alteza?

—¿Cuánto me das por ese cartel y la pluma con lo que lo hiciste? —preguntó Magnus sacando su monedero. Hipatya lo miró de reojo.

—E–eh, pu–pues, eh. ¡Se lo regalo! De todas maneras, mi amigo no era tan bueno —aseguró el adolescente pasándole el cartel y sacando la pluma que aún conservaba algo de tinta.

—Vaya. Muchas gracias —dijo Magnus tomando los objetos. Despidió al chico y tachó el número que estaba para poner el del ojiazul.