Capitulo 2. El cocinero cualquiera

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Los capítulos narrados por Alec (como este) serán muy poquitos y no nos centraremos mucho en sus pensamientos, sino en como vive. Esto lo hago para algo que tengo planeado para el final.

Disfruten

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Alec paseaba por la larga estantería, buscando los alimentos y productos que necesitaría para hacer su próxima comida. Se mordió el labio y se puso de puntillas para alcanzar una salsa de tomate que probablemente lograría alcanzar a menos que fuera un maldito gigante de 4 metros.

Vale, estaba exagerando, pero la salsa de tomate si estaba muy alta.

Tarareó regresando a la cocina, saludando a Helen Blackthorn, una de sus más cercanas amigas.

Colocó su canasta en la que tenía los productos en la mesa y comenzó a sacarlos. Lamentablemente para él, hoy tocaba hacer lasaña. No le gustaba hacer comidas complicadas, de pequeño no era bueno cocinando y no tenía la necesidad de hacerlo, y ahora de eso tenía que vivir, era su fuente de ingresos.

—Bien, chicos, nuevo día y hoy los Bane tienen más apetito que ayer, así que a trabajar —aplaudió Diana Wrayburn con su voz imponente y clara, haciendo que todos empezaran con sus labores.

Bane.

Le desagradaba tener que trabajar para ellos.

También ellos le desagradaban ellos, ya que estamos hablando de desagrado.

Pensar en los Bane hacía que sus pensamientos se dirigieran a lo que había sucedido en la iglesia y en la biblioteca hace varios días, casi dos semanas desde su último encuentro con Magnus.

Que Magnus lo encontrara en la iglesia en ese estado de desesperación y desesperanza fue un golpe para Alec, y más que gracias a él había reconsiderado la decisión de terminar con su vida. De alguna manera, lo había salvado.

Pero también lo había dejado en su actual posición.

Sacudió la cabeza para alejar sus pensamientos y concentrarse en lo que debería estar haciendo, cocinar.

—¿Alec? ¿Sabes dónde está Isabelle? No la he visto desde ayer en la mañana—preguntó Diana frente a él, confusa.

La pregunta lo hizo tensarse, al igual que siempre que escuchaba ese nombre. Tragó saliva y, sin despegar su mirada de la mesa, contestó.

—¿Por qué sabría dónde está?

—Tienes razón, esa niña se mete donde quiere —negó —. ¡Si alguien ve a Isabelle, díganle que venga conmigo! —exclamó

Se relajó cuando Diana salió de la habitación. Volvió a sus labores, pero fue interrumpido por Helen, quien se le acercó a susurrarle.

—Oí de mi hermano que se ha estado viendo con alguien del Reino Seelie —cuchicheó solo para él. Helen y su hermano habían nacido en el Reino Seelie, y, mientras que ella quiso viajar a conocer otros lugares, su hermano siguió ahí, por lo que era muy frecuente que le contara lo que pasaba en aquel reino.

—Bueno, ella ya es grande para decidir lo que quiere. De todas formas, no hablo mucho con ella, me da igual con quién se esté viendo.

Esperó que su voz fuera creíble.

—Lo sé, lo sé, solo pensé que sería buena idea comentarlo —Helen se encogió de hombros y volvió a lo suyo. El ojiazul siguió su ejemplo y regresó a su comida.

Después de horas en las que no hizo más que cocinar y ayudar a limpiar su área de trabajo, la lasaña estuvo lista. Después de unos minutos, las trabajadoras de la casa junto con Diana vinieron por todas las comidas, incluída la de el.

Los secretos del castillo BaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora