Capítulo XXV

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Un suave ronroneo se escuchó salir desde los labios del castaño cuando notó una mano acariciar su espalda desnuda. Miró el reloj que tenían a su lado viendo que eran las seis y media de la mañana, y se acurrucó un poco más sobre el pecho de su secuestrador, quien lo medio abrazaba mientras mantenía sus ojos clavados en el techo.

Llevaban así posiblemente una hora, justo desde que acabaron de hacer el amor. Ninguno de los dos tenía sueño, y decidieron en silencio que quedarse así era lo que ambos deseaban. Sobre la cama, desnudos, con una suave y fina manta de algodón tapándolos hasta la cadera, y abrazados.

O más bien, Louis abrazaba a Harry. Mientras que, él, acariciaba su espalda con el brazo que mantenía bajo su cabeza, y acariciaba su mano con el restante.

Tras un largo y cómodo silencio, Harry decidió hablar.

—¿Sabes de qué me he dado cuenta? —murmuró con cautela, sin mirarlo. Louis besó su pecho antes de contestar.

—¿De qué?

—De que nunca me has preguntado por tus padres.

Un incómodo silencio se formó tras aquellas palabras, pues Louis enmudeció totalmente. No tenía ni idea de qué decir.

Y es que, al final, tenía razón.

—¿Qué quieres decir?

—Al principio hacías el esfuerzo de intentar protegerlos de mí. Me decías que si los encontraba, que liberase a tu madre. Pero al cabo de una semana, dejaste de mencionarlos. Ni siquiera me preguntas si sé algo de ellos, es como si ya no existieran para ti.

El castaño dudó unos segundos, enfocando toda su concentración en el pequeño círculo que trazaba una y otra vez sobre su pecho con su dedo índice. Harry sonrió al darse cuenta, y besó su cabeza con ternura.

—Ya, bueno.

—¿Ya, bueno? —hizo una mueca. No pudo evitar darse cuenta de la diminuta sonrisa que se formuló en sus labios. Una sonrisa rota.

—Supongo que debería haberme preocupado más.

—Esa no es la cuestión, angelito. La cosa es que si no te has preocupado más, es por algo.

—¿Tú crees? —lo miró con inocencia, arrugando su nariz cuando el rizado la besó despacio.

—No lo sé, dímelo tú.

—No puedo decir que odie a mi padre, porque odiar es un sentimiento y yo no siento nada hacia esa persona. No me permito ese lujo.

—Eso recuerdo que me lo dijiste cuando yo te insistía en que me dijeras donde estaban. Y, si te soy sincero, jamás te creí.

—¿Qué tienes en contra de mi familia? —suspiró. No le importaba en absoluto lo que pudiera sentir hacia su familia porque sabía que se lo merecían, pero le picaba la curiosidad.

—Tu padre me estafó cantidades considerables de dinero que aún no me ha devuelto. Y tu madre… bueno, a ella realmente no la conozco, jamás hemos hablado. Pero si está con tu padre, me da a pensar que es como él.

Louis escuchó con atención las palabras de su secuestrador, quien no dejó de acariciarlo ni un solo segundo.

—Mi madre… —hizo una pausa, pensándose bien sus palabras—. Mi madre no es como él. —aclaró finalmente.

—¿En qué te basas?

—Ella me trataba bien. —sonó dudoso, disconforme con sus palabras. Harry lo notó.

—No suenas convencido.

—Es que realmente… no lo recuerdo bien.

—Llevas aquí unos meses, no llega a un año. ¿Qué tan rápido se puede olvidar lo que ha sido una vida de diecinueve años? —preguntó curioso, con inocencia. El castaño se encogió de hombros antes de contestar.

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