CAPÍTULO 6

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CAPÍTULO 6

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CAPÍTULO 6

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Llevé las manos hacia mis brazos y las froté por encima del tejido de lana de mi jersey. Tenía más rato caminando del que podía contar. El cielo sobre mi cabeza estaba oscuro, pero, al mismo tiempo, blanqueado por las espesas nubes que se desplazaban desde el este. El frío era imposible de ignorar, aun cuando mi mente estaba sumergida en mi situación.

Caminar era lo único que mantenía el calor en mi sangre, pero el vaho de mi respiración me indicaba que necesitaba encontrar pronto un lugar en dónde calentarme.

No tenía la menor idea de cómo haría eso.

Pero eso no causó que la idea de retractarme cruzara mi cabeza en ningún momento. Con cada segundo, con cada paso que daba, me reafirmaba a mí misma mi decisión. El tiempo vagando por la ciudad y pensando también me hizo entender más sobre los últimos años, sobre esas cosas que siempre creí que no tenían ningún sentido y que ahora, de pronto, lo adquirían. También me hizo entenderme a mí misma, a un nivel que jamás creí experimentar.

Hasta la mañana de aquel día, nunca creí posible que pudiese buscar un camino fuera de la academia. Estaba tan aferrada, que jamás me di el permiso de mirar alrededor. Aquel día me quité una venda de los ojos, en más de un sentido. No solo me permití mirar a los demás como lo eran realmente, sino que también miré dentro de mi propia alma.

Caminar por aquellas húmedas y frías calles, bajo las luces amarillentas de los faros y abrazada por los sonidos distantes de la ciudad, me permitió comprenderme mejor que en ningún otro momento de mi vida. Mi fortaleza iba más allá de los límites que yo misma impuse.

Entonces, ¿a dónde iría?

Solo una palabra se repetía en mi cabeza cuando lo pensaba:

Lejos.

Como tantas veces lo hice, caminé en la dirección que indicaron mis pies, tan lejos de ese lugar y de esa parte de mí que dejé en él. Cada vez más alejada de todo lo que un día fue mi vida y cada vez un poco más cerca de la que lo sería ahora.

Estaba a pocos meses de cumplir los veinte, dejé de ser una niña bastante tiempo antes, aprendí a arreglármelas sola y a encargarme de mí misma desde que mi madre murió. En realidad, lo que menos me abrumaba de aquel cambio era el estar sola. Lo estuve durante demasiado tiempo. Tanto, que la compañía de otra persona era lo que realmente creía imposible.

Mi verdadero reto era encontrar algo qué hacer, ver en qué dirección ir. Crecí creyendo que mi vida solo tenía un propósito y que ese era continuar el legado de la Academia Russell & Brown. Pero no había un legado y, si había una historia, no terminaba como esperé. Pasé demasiado tiempo intentando llenar unos zapatos que no eran míos, volqué mi atención en obtener la aprobación de alguien más, creyendo que, cuando lo consiguiera, todo estaría bien.

Agente MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora