CAPÍTULO 44
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Náuseas, mareos, conmoción.
Aquellas tres sensaciones no se detenían. Se habían convertido en un bucle, una tortura; un infierno del cual no podía escapar, pues ni siquiera era capaz de intentarlo. Mi cuerpo en general estaba entumecido, pero aquel efecto se acentuaba en mis extremidades, como si estuvieran sumergidas en una tina con agua helada. Mi piel se erizaba cada tanto, los escalofríos eran tan intensos que no me permitían discernir entre mi temperatura corporal y la del ambiente.
También tenía una fuerte presión en el cráneo, pero no estaba segura de que eso fuera lo que no me permitía abrir los ojos. Quizá se trataba más de la sensación de adormecimiento en general, que me impedía tener control sobre mis propios movimientos. Mi cerebro no alcanzaba a emitir ninguna orden.
Las gotas de sudor frío se escurrían por mi rostro y mi cuello, hasta humedecer la tela de las sábanas bajo mi cuerpo. Eso me hacía sentir más débil. No recordaba la última vez que ingerí líquidos, pero tenía los labios agrietados y la boca seca. Cuanto más consciente me volvía de mi cuerpo y de mi estado, de algún lugar provenía el impulso de hacer algo al respecto. Varias veces traté de separar los párpados, pero fue inútil. Las luces sobre mí creaban formas borrosas que me cegaban, obligándome a cerrarlos de nuevo. Y todo volvía a dar vueltas.
Algunas veces creí escuchar voces mezcladas con otros sonidos, como de aparatos, pero no estaba segura. No podía dilucidar nada en ese momento. Ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado.
Eso lo volvía peor. Porque cuando una parte de mi mente despertaba y mi cuerpo no lo hacía, me atacaban las ganas de gritar, de moverme, de levantarme, pero no podía. Y por más que eso me angustiaba, seguía sin ser capaz de hacer nada al respecto; como si mi cuerpo estuviera en un lugar y mi conciencia en otro.
Así era ese pequeño infierno: Despertar, pero no del todo, oír sonidos difusos, sentir frío y náuseas, para, finalmente, volverme a sumergir en un mundo desconocido y lúgubre, en donde todo desaparecía.
—Está despertando.
—Yo la veo igual.
—Su cerebro está reaccionando. Le tomará unos minutos.
Esas voces fueron lo más claro que había escuchado en aquel... ¿Tiempo? No había una forma correcta de llamarle. No sabía cuánto me tomó llegar a ese estado. No tenía idea de nada. Pero aquello tan solo me inquietaba aún más.
Supuse que fueron minutos el tiempo que transcurrió después. Poco a poco, mi cerebro comenzaba a conectar los pensamientos con cierta lucidez. Sin embargo, todo seguía siendo inestable dentro de mi cabeza. Y a medida que llegaban las resoluciones a mi mente, sentía también un extraño dolor. No estaba segura de dónde provenía con exactitud, o si de, simplemente, estaba repartido por toda mi anatomía.
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Agente Mortal
Science Fiction«Sin importar cuántas veces cayera, me levantaba todas y cada una de ellas. No iba a parar de intentarlo. Nunca.» [ TRILOGÍA MORTAL - LIBRO I ] OBRA PROTEGIDA BAJO DERECHOS DE AUTOR. Prohibida su copia, adaptación, distribución, total o parcial en...