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Tan pronto como Takemichi despertó, intentó convencerse de lo que había pasado el día anterior fue un sueño. Así que caminó hasta el baño con una sonrisa en el rostro, observando en el espejo la falta de mordidas o chupetones en el cuello con orgullo mientras revisaba su espalda, completamente vacía de arañazos.

Era feliz con la idea de no haber aceptado algo tan descuidadamente como si fuera un adolescente.

Su teléfono comenzó a sonar, así que Takemichi contestó sin fijarse de quien se trataba. De haberlo hecho, su burbuja se habría roto con más rapidez y no hubiera respondido a la llamada.

De haberse fijado y leído los kanjis del nombre de Mikey, todo hubiera sido diferente.

—Takemitchy —canturreó el Omega, provocando que el Beta se congele en su sitio. Maldijo en voz baja, aunque estaba seguro de que el otro lo había escuchado a juzgar por la risa que soltó—. ¿Tan mal inicia tu mañana o yo he sido quien lo ha provocado?

—Ambas —murmuró Takemichi, encendiendo el altavoz y dejando su teléfono a un costado—. ¿Sucede algo, Mikey-kun? Llamas tan temprano en la mañana...

—Solo quería saludar —respondió con simpleza, confundiendo al Beta—. Y acabo de llegar a mi casa, por cierto. Estoy agotado.

—¿Tu trabajo es hasta tan tarde? —preguntó, genuinamente preocupado—. ¿Eso no es explotación laboral? ¿No deberías exigir un mejor trato o algo? ¿O acaso tu jefe es un amargado, anciano que no le ve nada divertido a la vida que no sea ver el sufrimiento ajeno en sus manos?

El silencio al otro lado de la línea le preocupó. Pensó que Mikey había colgado la llamada y se acercó, pero seguía en curso. Estaba confundido y fue hasta el lava manos, abriendo la llave y preparando todo para cepillarse los dientes.

Claro, no esperaba que Mikey estallara en carcajadas de repente. Su cepillo cayó al suelo, con la pasta de dientes. Miró molesto en dirección al teléfono, el dueño de todos sus males, suspirando mientras se agachaba para recoger el desastre y tirarlo a la basura.

Por suerte, aún tenía un par de cepillos de repuesto.

Nunca estaba de más ser precavido, tomando en cuenta que ahora debía serlo más que nunca debido al desastre que había dejado entrar a su vida, como lo era Mikey.

—Si mi hermano te escuchara, creo que tendrías serios problemas y no conmigo —se burló—. Sería divertido verte decirle viejo a él, de entre todas las personas.

—¿Tienes hermanos? —preguntó sorprendido, escuchando un sip como respuesta—. ¿Mayores, menores? Yo soy hijo único, así que perdón si te incomoda.

—Neh, no te preocupes —se quedó en silencio—. Tengo dos hermanos mayores y una hermana menor, la que le gusta a Ken-chin. Juntos hemos creado un pequeño negocio y es exitoso, funciona casi todo el día y hasta la mañana siguiente. Es exclusivo y todo.

—¿No tienes tiempo libre? —preguntó, terminando de cepillarse y mojándose un poco la cara. Si se da un baño rápido, tal vez llegue a tiempo donde Draken y se disculpe por los inconvenientes del día anterior.

—Casi nada —dramatizó, provocando que el pelinegro ruede los ojos con diversión—. ¿Y tú? ¿Ken-chin es demasiado serio o ya te acostumbraste a su personalidad?

—A medias —abrió la ducha, esperando que el agua se caliente para empezar a temperarla—. Es buena persona y comprensiva. Me dejó salir temprano ayer, ¿no? Muchos de mis jefes anteriores me hubieran despedido por eso.

—¿No puedes mantener un trabajo? —se burló.

—Es complicado —replicó, intentando justificarse—. ¿Y de qué te encargas en el negocio familiar?

Nameless [Omegaverse | TakeMikey/MiTake]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora