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Louis se quedaba hasta tarde leyendo. Marcel siempre le decía que debía descansar correctamente, porque en una semana cruzaría ya el cuarto mes. Pero el alfa era débil ante los ojos suplicantes de Louis, que le rogaban unos veinte minutos más. Esos veinte minutos terminaban transformándose en los inevitables sesenta minutos. 

Marcel era el primero en ir a dormir, porque debía levantarse a las cinco de la mañana para ir con el grupo de caza al bosque. Lo seguía después Harry, que aunque se despertaba más tarde que Edward, le gustaba dormir bastante. Necesitaba energías, y después de una buena cena con sus hermanos y su omega todo cuanto quería era dormir como un pequeño cachorro saciado. 

Unas manos le quitaron con suavidad el libro entre sus manos, eran las fuertes y grandes manos de Edward.

"Deja eso." Pidió, en voz baja. Louis no sabía cuánto tiempo había pasado en su nido leyendo (los hermanos se iban a la cama y Louis era el último en ir con ellos, normalmente el omega iba a leer a su nido para evitar molestarlos con la luz de la vela), pero debió de ser mucho. La luna ya estaba en lo alto del cielo, lo podía ver por el ventanal.

El omega vio que su alfa dejaba el libro sobre las cicatrices y su cuidado en el mueble de al lado del nido sobre la cama. Edward quitó las sábanas que le tapaban las piernas a Louis y se agachó a buscar prendas en el cajón de la ropa.

A Louis le latía el corazón fuertemente cuando Edward hacía eso, todas las noches. Marcel y Harry lo hacían también, cuando se iban a dormir temprano, pero Edward fue el que empezó aquel ritual cada noche y el que siempre lo hacía. No importaba la hora que fuera.

Edward sacó dos calcetines de lana gruesa, blancos y esponjosos. Tomó uno de los pequeños y adorables pies de Louis y lo vistió con el calcetín, con el otro hizo lo mismo. Después se quitó la manta que traía colgada del hombro y la pasó por los estrechos hombros de Louis, las feromonas de Edward estaban impregnadas en la suave tela de algodón sin que el propio alfa lo supiera.

Le encogía el corazón ver que a veces Edward sí que tenía dificultades con el tema del olfato, que tenía muchísimas inquietudes. Edward no sabía cuándo estaba soltando feromonas sin saberlo, o cuándo Louis estaba mal solo con olerlo.

Necesitaban el lazo para comunicarse sin hablar, y eso estaba bien para Louis. Para él era perfecto.

"Te he dicho que te abrigues más." Murmuró Edward con voz grave. Louis supo entonces que el alfa había estado dormido pero algo lo había despertado. "Tienes que abrigarte más."

"Estoy bien." Le dijo Louis. Pasó sus brazos alrededor del cuello de Edward cuando sintió que el alfa lo cargaba pasando sus brazos por debajo de sus rodillas.

Antes Edward solía cargarlo de manera diferente, pero con el embarazo y la intensa preocupación de Edward por Louis tuvieron que adaptarse. 

Podía sentir que Edward lo agarraba y lo sujetaba bien, sabía que de los fuertes brazos de su alfa jamás se caería. Edward siempre lo sostenía, siempre.  Salieron de la habitación que alguna vez fue para invitados, y que ahora era del nido de Louis. La luz de la luna era lo único que alumbraba la silenciosa cabaña.

Louis miró fijamente el rostro de su alfa. La luz era apenas buena, pero lo suficiente como para admirar el precioso rostro de su alfa. Sus ojos, su firme mandíbula, su recta nariz, su barbilla y su ceño naturalmente fruncido. Le gustaba el pelo de su alfa, le llegaba por los hombros y le daba un toque muy masculino y poderoso. Edward era un hombre apuesto, impresionantemente guapo. Louis se sentía sumamente afortunado por tener unos alfas tan guapos.

A veces usaba el pelo de Harry y Edward para practicar trenzas típicas en Escandinavia, por si tenía al menos una niña. Con Marcel practicaba un peinado decente para los niños, aunque el alfa se estaba empezando a dejar el flequillo un poco más largo. 

blåøyde omega ;; trillizos!stylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora