1. ¡Ya decía yo que sí nos íbamos a la v*rga!

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Primer presente de esta "linda" historia, wi:

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Cuatro meses después.

Llevo el dorso de mi mano hacia mi mejilla derecha para limpiar las débiles lágrimas que bajan por mi rostro hasta el mentón. Vuelvo a recolectar las diferentes piezas de vidrio que se encuentran a mi alrededor e intento colocarlas en el tacho de basura a mi lado.

Mi mandíbula se aprieta pero siseo un poco debido al dolor que siento en la esquina de mi labio inferior. Inconscientemente, mi mirada viaja hacia la pared donde aun se mantiene la marca de mi sangre manchada en ésta. El duro empujón que me dio Chad esta mañana lo ha provocado. Como si de algo común se tratara, mi mente comienza a justificarlo.

No lo hizo de manera intencional, sólo no debí estar en su camino.

Al igual que no pateó la mesa de centro a propósito, rompiendo el vidrio en mil partes. Sólo está enojado porque su jefe lo ha llamado y se supone que hoy era su día de descanso. No está molesto conmigo, la situación lo sobrepasa y entiendo que esté molesto por ello.

Él me quiere, lo sé. No haría estas cosas si estuviese tranquilo y feliz.

Un suspiro vago sale de mí y me apoyo en una silla para ponerme de pie. Sujeto el tacho de basura para colocarlo al lado de la encimera de la cocina. Torpemente me golpeo el brazo contra la refrigeradora y subo la manga de mi jersey para ver el tono verde en el que se convierte el golpe de hace unos días.

Sé que Chad no quiso lanzarme el mando de su play y mucho menos golpearme con ello. Sólo quería que no le tapara la visión hacia el televisor.

Fue mi error pararme al frente de él.

Coloco los mechones de mi cabello rubio detrás de mi oreja y no me pasa desapercibida la manera tan maltratada que se encuentran las puntas debido a la falta de cuidado. No he tenido tiempo de hacerme el tratamiento de cada semana pues he pasado las horas limpiando y ordenando los desastres que causan las peleas con Chad.

Ladeo mi cabeza a ambos lados para minorizar la tensión en mi cuello y hombros. Las lágrimas ya se encuentran secas en mi rostro y observo mi apariencia frente al espejo que hay en uno de los pasillos. Por suerte mis ojos no están hinchados y mi cara tiene su color normal.

Chad odiaba verme después de llorar.

Mi cuerpo se sobresalta cuando escucho el sonido de mi celular notificando un mensaje. Camino hacia el sillón donde noto las dos mantas revueltas encimas de éste. Anoche había dormido aquí pues odiaba el olor nauseabundo que desprendía Chad al estar borracho.

Meto mis manos por debajo de éstas y palmo por todos lados hasta conseguir agarrar el teléfono. Enciendo la pantalla para ir al ícono de mensajes y aunque termina por ser una reacción común en mí, mi cuerpo se tensa cuando leo el mensaje de Chad.

No estabas en mis planes © [1.2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora