8. Ya sé qué haré hoy, Pinky. ¡Tratar de conquistar tu mundo!

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Otra vez un capítulo largo. Qué barbaro. Merezco un premio, eh

Desde que era pequeña me he considerado una persona independiente, una persona que no necesitaba de otra para poder estar bien físicamente y creo que eso se lo debo a mis padres por el hecho de siempre estar trabajando, sin preocuparse en estar pe...

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Desde que era pequeña me he considerado una persona independiente, una persona que no necesitaba de otra para poder estar bien físicamente y creo que eso se lo debo a mis padres por el hecho de siempre estar trabajando, sin preocuparse en estar pendientes de una niña desde los seis años. El simple hecho del abandono emocional por parte de ellos hizo que madurara tan rápido porque no me podía permitir ser niña o por lo menos, no comportarme como tal.

Ahora que lo pienso bien, cuando entré a la secundaria seguía siendo una muchacha solitaria. No me importaba crear vínculos con la gente a mi alrededor porque pensaba que tal y como lo hicieron mis padres, ellos también me abandonarían.

Hasta que llegó Chad a mi vida.

No sé cómo ni mucho menos entiendo el porqué, pero el muchacho rubio de ojos azules supo muy bien cómo tratarme para que al final del día lograra abrirme con él, dejándome esa punzada de necesidad de afecto que sólo terminaba calmándose cada vez que él se acercaba a mí. Poco a poco nuestra relación maduró y con ello muchas cosas llegaron demasiado rápido para unos jóvenes de 18 años que aún no sabían muy bien cómo actuar como adultos.

La relación empeoró y los gritos junto a los empujones comenzaron. Mi angustia por creer que en cualquier momento él me dejaría era mucho más grande que la tristeza que podrían causarme sus insultos cuando peleábamos. Me acostumbré a ello. Me acostumbré a rebajarme como persona para que él pudiera disfrutar el poder que tenía sobre mí. ¿Por qué?

Hasta el día de hoy sigo creyendo que habrá un día en que su actitud cambie, que volveremos a actuar como aquellos dos chiquillos que se conocieron en la clase de español y que no podían quitarse la mirada de encima.

Sigo creyendo que el ser que crece cada día dentro de mí generará un cambio en él.

Una razón para que me ame tal y como quiero que lo haga, una razón para que no me siga doliendo su actitud y olvidar el día en que nuevamente tuve que venir sin él a la revisión de la obstetra mientras esta me dedica una mirada melancólica al saber mi respuesta de su ausencia pues no era la primera vez, ya era la tercera.

—Bueno, no te preocupes. De igual modo podemos hablar de temas interesantes entre nosotras, ¿no? —pregunta la doctora Artemisa con una sonrisa genuina en el rostro terminando el chequeo completo de mi salud— Recuéstate en la camilla, Alicia.

Asiento sabiendo bien el procedimiento y camino en dirección a la camilla negra que se encuentra al lado de una máquina enorme. Me quito los zapatos para subirme sobre ésta y recuesto mi cabeza sobre la parte más alta permitiendo que la doctora se encargue de subir mi camiseta hasta descubrir mi abdomen.

No puedo evitar soltar una sonrisa débil cuando observo mi panza un poco más grande que la última vez y ser delgada por genética lograba que mi embarazo de 6 meses y medio se notara más prominente de lo que se debería.

No estabas en mis planes © [1.2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora