Ezequiel

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Desde que vio el mensaje en su viejo celular, el que el envío Mariana en Agosto, se encontraba a si mismo en medio de un torbellino de confusión y contradicciones.

Ella le escribió hace meses, probablemente estaba borracha o algo así por la hora y ya había pasado demasiado tiempo. Decidió que no haría nada; que responderle ese mensaje sería un insulto, una cachetada. Solo podría decirle "hola qué tal recién leo esto, perdón tenía el teléfono apagado", eso es demasiado impersonal.

Además si le escribía ahora no ganaría nada, ella allá, él acá. Escribirle ahora era demasiado estupido, demasiado absurdo, demasiado nada.

Por eso decidió que iba a llamarle para navidad. En una llamada podría descifrar cómo se sentía tanto ella como él mismo. Y la navidad era la excusa perfecta. Sería un saludo por educación, no parecería como un pobre perro faldero desesperado por noticias de ella (que era como realmente se sentía), solo sería un ex novio muy educado cumpliendo con un compromiso social.

No sabía lo que estaba haciendo, debía olvidarla y ya, pero seguía buscando excusas para tener algún contacto que no llegaría a nada porque su relación era imposible.

Lo único que les quedaba era la distancia y ya sabía por experiencia que la distancia era una tumba tanto para el deseo como para el amor.

Diciembre se le pasó lento, los días hasta navidad se le hicieron eternos. Días de esperar algo que deseaba de forma tan contradictoria que la cabeza le dolía cada vez que pensaba en ella. Su cerebro era un motor de generar escenarios e ideas de cómo hacer para volver a verla, o cómo podría lograr que estuvieran juntos sin perturbar la vida y la carrera de ambos en el proceso.

La navidad llegó, por fin iba a volver a oír su voz.

Ezequiel siempre fue una persona espontánea, no se reconocía a sí mismo todo el tiempo calculando que decir o cómo manejar las cosas con ella, en realidad no se reconocía a sí mismo desde la conoció m. Por un lado lo hacía sentirse más auténtico cuando estaban juntos, se sentía más él mismo a su lado, pero cuando estaban separados, era como fantasma que rondaba cada idea, paralizándolo con la necesidad de algo que no podían tener, pero que parecía ser lo único que lo hacía sentir vivo.

En Barcelona eran las 00:24 pero para ella aún sería temprano. Aún así no pudo esperar y tuvo que sentarse para digerir el nudo que le hundía el estómago apenas marcó su número.

Sonó, los primeros tonos sentía que el corazón le explotaba en los oídos. Hasta que comenzó a darse cuenta de que no iba a atenderlo. Quizás no escuchó el teléfono o no lo tiene cerca.

Volvió a llamar...nada. Decidió esperar a que pasen las cuatro horas que los diferenciaban. Pensó que quizás ella dejó su teléfono cargando en otra habitación. Pensó que no tenía motivos para no querer atenderle la llamada, y automáticamente se dio cuenta de que tampoco tenía motivos para querer hacerlo. Ya no eran nada, habían terminado y probablemente ella estaría conociendo a alguien más a estas alturas.

Se preguntó a sí mismo si estaba siendo desubicado, reapareciendo en su vida de esa manera abrupta, llamándola después de medio año sin hablar. Acaso estaba siendo absurdo? Ridículo?. No quiso seguir con ideas como aquella, sabía que pensamientos como esos a la larga le retorcían el estómago y lo enfermaban.

Quizás lo arruinó al no llamar antes, estaba claro que ya era demasiado tarde.

Esa navidad, a pesar de estar rodeado de gente, de todos los amigos nuevos que había hecho en Barcelona, se sintió más solo que nunca. Esa navidad comprendió que Mariana no solo había sido un refugio para él en la pandemia, ella se había convertido en su hogar.

OjaláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora