Prólogo

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"Tch, maldición. No sé quién me manda a ofrecerme para limpiar este lastre. Es asqueroso" una queja muy clara, con un tono que acompañaba perfectamente el nivel de fastidio que poseía el muchacho peli naranja sonó en ese momento; tomándose el cuello y tronando el mismo, en busca de algo de alivio en sus hombros que eventualmente consiguió.

Ichigo Kurosaki, era el nombre de aquél chico claramente enfadado por hacer aquél frustrante trabajo que él mismo se había propuesto hacer.

Mientras pulía el piso de madera, hasta que quedase no muy diferente a un espejo, iba maldiciendo cosas por lo bajo, siguiendo con su queja.

No era muy divertido limpiar aquella madera llena de sudor, no solo de él, sino de otras personas, las cuáles ponen en práctica las Artes Marciales; después de todo, él era un integrante de dicho Club en la Preparatoria.

Y así, de esa manera, se le había ocurrido la brillante idea de ofrecerse para limpiar el Dojo, creyó no ser un estúpido, o al menos no tanto, con rapidez pensó que estaba muy equivocado.

"Si sigo pensando en esas cosas, no terminaré nunca. Ya empezó a caer la noche y según he escuchado, las cosas no están siendo muy lindas por aquí que digamos" se dijo, sirviendole de motivación.

Motivación que bajó levemente al ver cuánto del Dojo le faltaba por pulir, suspiró y sacudió la cabeza un poco, despejando las pocos dudas que surgieron en cuestión de segundos. Tomó dos pañuelos húmedos en detergente y, como si se tratase de una carrera, comenzó a correr a la vez que restregaba ambos paños por el suelo, dejando por dónde pasaba una línea brillante y totalmente limpia.

Sonrió un poco ante el resultado de su primera pasada y sin dudar se preparó para las siguientes, al parecer podía llegar a ser incluso algo divertido.

Tabla por tabla, metro a metro, el peli naranja pasaba con rapidez una y otra vez por encima de la fría madera, la cuál al parecer se calentaba un poco por la fricción que el mismo chico provocaba por su furiosa tempestad de limpieza.

Mientras Ichigo iba concentrado en ello, pensamientos fueron volando por su cabeza, cosas que pasaban más allá, para su indignación, de su alcance.

Fugaz de gas por la ciudad, culpable de dejar a muchas personas inconscientes y sin fuerzas, por ende, hospitalizadas; claramente no era eso, siempre hay algo más allá, no sabía que era, pero no debía ser más que una especie de titular que le colocaba la policía para explicar algo que es inexplicable.

Eso, y asesinatos. Ayer una familia entera menos un pequeño niño había sido asesinada en su propio hogar, en la oscuridad de la noche; según había escuchado, no hubo gritos, no hubo señales de defensa por parte de la familia, las cámaras no captaron a nada ni nadie entrar o salir de la casa, lo que sí contaron, fué que los perros se volvieron locos esa noche, observando algo que ningún humano o camara de seguridad podría llegar a percibir.

Le preocupaba. Había decidido dejar todo atrás, finalmente olvidar su pasado era lo que buscaba luego de dos largos años, llegar a tener una vida normal como un adolescente normal, sueños y aspiraciones de alguien que era como todos los demás. Pero, sucesos como esos le daban mal aguero, sabía que no era algo normal, mucho más, cuando se encontró con una extraña niña peli blanca la noche anterior; le dijo unas palabras, que perecian más, una...

Advertencia.

"Tienes un gran potencial, y sería un desperdicio que todo terminara antes de siquiera comenzar con la diversión. Si no te apresuras en sacarlo y utilizarlo como es debido... morirás, hermanito"

Eso creyó escuchar al pasar a su lado, al momento de voltear, ya no había nada, ni siquiera un mínimo rastro. Pensó que podría olvidar eso rápidamente, pero no fue así, esas palabras se quedaron grabadas en su mente hasta el presente.

Fate: Más allá del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora