Capítulo 10

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"Señor ten piedad" exclamó con fuerza, pero con calma a la vez. Oraciones que salían de su boca, oraciones que esperaba siguiesen rezonando en todas y cada una de las paredes de tal gloriosa edificación.

"¡Señor ten piedad!" y así fué, la repetición se escuchó, una sonrisa de satisfacción se le pintó en sus facciones por aquella acción en conjunto de los fieles creyentes.

Pero no solo ellos, familias enteras habían llegado a ese día domingo por la mañana, en post de entregarse en mente y alma a la palabra del señor, con él de intermediario, mostrándoles el camino a seguir.

Era su deber; servir de padre, hermano, profesor, consejo y guía a aquellas personas que buscan librarse de sus pecados llegando a ese majestuoso templo de bendiciones que llevaba por nombre Iglesia. No podía hacer menos, que estar a la altura por todas esas puras almas.

Ser duro y fuerte, mostrar errores a la vez que también muestra el como corregirlos; pero a la vez ser amable, trasmitir confianza y entendimiento; era lo que todo padre debía hacer con sus hijos, por supuesto, él podía y tenía hacer todo eso, era una obligación.

Ya que fuera un acto de todo corazón o no, algo sincero por su parte, era otro tema totalmente distinto...

"En el nombre del padre, el hijo, y el espíritu santo. Amén" culminó, trazando una cruz en su torso como en toda oración, lo hacía con elegancia, absoluta paz transmitía su ser en esa pasional escena.

De esa manera, marcaba el final de aquella misa. Para el que fuera la primera vez a una de esas actividades divinas y que purifican el alma, pensarían que era algo increíble, algo casi...

Mágico.

La iglesia fué vaciandose de gente satisfecha por lo hecho hace poco, contentas y sintiendo como habían estado un poco más cerca del señor. Unos pocos se quedaron para poder confesarse, el padre tenía que atenderlos como era debido.

Alrededor de una hora luego de terminar la misa, la iglesia finalmente quedó en soledad, las puertas cerrandose hicieron eco en la misma.

El pastor simplemente aprovecho ese momento a solas en silencio, con tranquilidad, se paró justo delante de la estatua de Jesús; admirandola, la cálida luz solar atravesó el vidrio multicolor por detrás de esta y cubrió el interior de la casa del señor, dándole colores más vivos.

Una leve sonrisa se pintó en los labios de aquél pastor en consecuencia.

"¿Qué haces con esa sonrisa? no veo diversión alguna en esta clase de patéticas funciones, pero tú pareces disfrutarlo. ¿Será que lo hacés porque llena tu ego? ¿O porque te divierte ver como creen ciegamente en las palabras de un mentiroso? te has vuelto impredecible incluso para mí. Kirei" escuchó desde el segundo piso de la iglesia.

Kotomine Kirei. Ese era el nombre del padre encargado de aquella Iglesia. Siempre tranquilo y sereno, nada podía perturbar su ser, ni siquiera las palabras antes escuchadas dirigidas hacía él con algo de veneno, y a la vez diversión.

"Sinceramente un Rey no debería tener que estar escuchando a una fanáticada de ignorantes alabando a algo que ni siquiera saben si existe. Lo único a lo que hay que alabar son las riquezas, los tesoros, el poder. Palabras como las de hace poco solo hacen doler mis oidos como si fuesen un violín desafinado, algo peor que molesto" volvió a escuchar, llenas de suspicacia y superioridad, a la vez que rotundas eran las palabras que ingresaban por los oidos del sacerdote que soltó una leve risa por lo escuchado.

Poco a poco, Kirei se dirigió a las escaleras a un costado del interior de la edificación. Tan solo momentos después ya estaba en el segundo piso de la Iglesia, dónde se podía ver una solitaria mesa en todo el espacio del mismo.

Fate: Más allá del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora