Capítulo Siete: La Muerte que Nunca Llegó

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La muerte era injusta, pero nadie podía reclamarle o sermonearle, pues tenía una visión única de las cosas, permitiéndole la dicha de no equivocarse jamás.

Pero ¿Qué me pasaba con esa pequeña? ¿Por qué quería salvarla? ¿Tenía algo especial que aún no había descifrado?

Me encontraba frente a las enormes puertas del salón de Victoria, aunque no podía estar seguro de cómo había llegado allí, pues hace tan solo un momento atrás, me encontraba organizando un salón de entrenamientos para divertirme un poco.

Tal vez me había sumido tanto en mis pensamientos que comencé a merodear por todo el castillo hasta llegar a las puertas que me llevarían a una respuesta o, en el peor de los casos, a una horrible discusión.

Las empujé y entré, observando el trabajo que los cazadores estaban haciendo: quitar el horrible y dañado papel tapiz, enrollar las alfombras viejas y mohosas, quitar las cortinas, entre muchas otras cosas.

Era un poco intolerable, pensé, tener a semejantes criaturas que se dedicaban a la búsqueda de trofeos y matando a cualquiera que se le pasase por el frente, trabajando junto a otros cazadores para renovar una vieja mansión.

La mayoría de estas criaturas se ocultaba bajo un rostro humano como un espejismo, ocultando los cuernos o las manos que terminaban en zarpas afiladas, ocultando el verdadero terror.

Los cazadores se alimentaban del miedo y era difícil eso de mantenerlos en equipo, aunque Victoria lo estaba logrando con facilidad.

Ella permanecía recostada en un diván nuevo, sosteniendo un libro con la mano derecha y una copa de vino tinto con la izquierda.

Traía una larga bata de dormir e iba descalza, su cabello como el oro pálido caía ondeante por uno de sus hombros. Era evidente que iba sin corsé y quise sonreír ante eso.

–Pensé que irías a Kerha. –dijo ella sin alejar la vista de su libro.

–Hay pensamientos en mi cabeza que no me dejan concentrarme en lo que tengo que hacer. –Fui a sentarme cerca de ella.

Victoria sonrió de medio lado– Tus pensamientos no son dedicados a mí, lo que me parece un tanto extraño– sus ojos azules eran muy claros y tranquilos. Tal vez eran azul celeste–. Piensas en la niña, la hija de Elliot, aunque no entiendo el porqué.

–Tal vez creo que hay un fuego abrasador dentro de esa niña que podría ser aprovechado.

–Su fuego no puede ser aprovechado –Victoria me miró después de beber todo el vino–. Ella morirá.

–Dijiste que podías darle una oportunidad, que querías probar algo.

–Se lo que dije, pero Elliot no quiere entregar la vida de su hija.

–Pero no está entregando la vida de su hija, está entregando su muerte. Además, somos demonios, no debería de importarnos lo que él quiere.

Ella se levantó– Estas errado. Me importa lo que Elliot quiere por la razón de que él puede ser nuestro aliado, además, si robamos a la niña ¿Qué crees que harán los ángeles? Acabamos de firmar el tratado, es lo que queríamos. No entiendo por qué quieres romperlo ahora. Es magia negra la que usaría si pruebo lo que te dije.

–No romperías el trato si lo haces en Kerha, pues no estarías usando magia negra en la tierra, sino en el infierno. Hay cosas que puedes pasar por debajo de la mesa y ellos no lo notaran. Cuando lo vean, será demasiado tarde e irrelevante.

Sus ojos brillaron– Si tanto lo quieres, entonces lo cumpliré. Debes dar a la niña por muerta, engañar a todos. Se que puedes ocuparte de eso.

#1 Híbrido OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora