Capítulo Treinta: ¿Una Lagrima?

11 0 0
                                    

El viento frío acariciaba mi cuello con cierta fiereza, sacudiendo el cuello del abrigo y desordenando mi cabello, aunque no le presté demasiada atención. Mis ojos estaban fijos en el callejón debajo de mí.

Estaba de pie en la orilla de una azotea de un edificio, mirando detenidamente el movimiento de cada persona que pasaba.

Un hombre capto mi atención; se había movido con agilidad, arrastrando a una chica con él y acorralándola contra la pared, aunque la chica apenas parecía consciente de aquello.

Él extendió la mano y un espejismo se levantó, aunque era completamente débil.

Salté de la azotea y aterricé de cuclillas, invocando una daga, pero claro que él ya había asesinado a la chica. Me miró con su rostro salpicado de sangre y yo le empujé contra la pared.

–Debes ser Barnett. –dije, mi daga amenazando su cuello.

–Y tu la encantadora Avery, la mejor cazadora de Victoria.

Sonreí– Me parece perfecto que ya sepas quien soy, eso me hace ir al grano.

–Me parece de mal gusto no terminar mi comida.

–Ya la has matado, ha sufrido lo que tenía que sufrir.

Puso los ojos en blanco– ¿Cómo puedo ayudarte?

–Primeramente, quiero que mantengas tu boca cerrada, estoy al tanto de que eres uno de los subyugados más cercanos a Victoria.

Barnett se aclaró la garganta– Soy su leal, señorita Avery y si gusta, creo que podríamos hablar de esto en otro lugar. Debe enterarse que no soy fan de entablar una conversación con alguien que amenaza mi cuello con un cuchillo.

–Tendrá que hacer una excepción.

–Como quiera ¿Qué es lo segundo?

–Quiero que robes algo para mí.

–¿Y por qué no lo hace usted? Todos se llenan la boca diciendo que usted es de las mejores haciendo cualquier cosa.

–Yo no puedo hacerlo. Le diré que es lo que tiene que hacer y a cambio yo no le asesinaré ¿estamos?

–No veo un beneficio verdadero.

–¿Es que no valora su vida? –pregunté con poco interés–. Véalo de este modo. Usted es un leal a Victoria y yo soy su cazadora al mando, por lo tanto, tendrá que cumplir con lo que yo le pida.

–Tendría que cumplir siempre y cuando la Señora me de la orden y este enterada de la situación.

Suspiré con desesperación. Aquel hombre estaba sacándome de quicio– No quiere hacer esto por las malas.

Desaparecí la daga, tomando el cuello de su abrigo con ambas manos y estampándolo contra la pared con fuerza para luego tirarlo al suelo. Los sais aparecieron en mis manos y Barnett las miró con detenimiento.

–Clavaré una en tu ojo y luego una en tu cuello, justo donde pueda sentir tu pulso.

–No tengo un pulso verdadero.

–Deja que yo misma lo compruebe.

Me acerqué a la vez que él intentaba sacar un cuchillo de su saco; pateé su mano para alejarla del saco y pisarla con fuerza para retenerla. Con la otra pierna inmovilicé su otro brazo, haciendo presión con mi rodilla para que le doliera.

Lo miré con cinismo, mi mano derecha sosteniendo el sai que apuntaba a su ojo– Ultima oportunidad.

–¿Qué quieres que robe?

#1 Híbrido OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora