Prólogo

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–Buen día señor Mikelson. –saludé al joven bibliotecario.

–Por favor, le he dicho que puede llamarme Richard. –el muchacho me ofreció un libro– ¿Cómo amanece hoy?

–Muy bien, gracias por preguntar.

–Me alegra escuchar eso. Antes de que se vaya quiero decirle que algunos niños dejaran de asistir a las lecturas, pues algunos padres han decidido educarlos en casa, especialmente a las pocas niñas que asisten.

–Es una pena. Espero no causar problemas, mi propósito aquí es hacer que los niños se sientan bien y puedan aprender un poco sobre la escritura.

–Comparto su pena, pero es la decisión de los padres– él joven suspiró–. No le quitaré más tiempo, los niños han de estar esperándola.

–Tiene razón. –de la canasta que traía en brazos saqué uno de los panes que había horneado y se lo ofrecí.

–Pensé que lo traía para los niños.

–Hice lo suficiente para regalarle uno.

–Gracias, señorita.

–No hay de qué.

Me giré para adentrarme a la biblioteca y llegar al pequeño espacio organizado para que pudiera leerles a los niños.

Había ya algunos pequeños esperando por mí y, teniendo en cuenta que algunos ya no tendrían la oportunidad de seguir compartiendo con nosotros, decidí hacer algo diferente.

Los niños adoraban los cuentos de fantasía y las leyendas, los mitos y las viejas historias, así que pensé en contarles una historia que verdaderamente disfrutarían más que las demás.

Me senté y los miré a todos cuando hicieron silencio. Cada uno de ellos atento a mi voz.

–Hoy tendremos un día diferente. Les contaré algo más entretenido. Un cuento que solían contarme cuando yo era pequeña, pero antes deben saber no es real. Yo imaginaba que lo era, pero solo eso– todos se emocionaron–. Érase una vez un antiguo mundo lleno de seres hermosos e inigualables que se encargaban de ayudar a las personas. No se sabía cómo ellos habitaban con las personas, como vivían entre los normales, pero eso no importaba porque todos eran felices. Un día, esos seres se tuvieron que ir a un mundo más arriba del de las personas normales, ya no podían seguir entre ellos porque las personas buenas ya se estaban acabando. Algunos se quedaron para asegurarse de cuidar a esas pocas personas buenas, pero fueron perdiendo su energía; otros se fueron y se encargaban de ayudar desde lo alto... y otros formaron un grupo especial como mensajeros que podían estar tanto con los suyos como con los humanos. Algunos de ellos se mezclaron con los humanos, provocando que los dones fueran disminuyendo. Otros mantuvieron la pureza. Estos seres protegían a las personas del mal y se encargaban de hacer cosas buenas para todos. Resguardaban a todos y los aseguraban para llevarlos al paraíso. Cumplían con tareas divinamente especiales. Algunos creen en esa historia, otros solo la ven como una tontería, pero hay otros que pueden afirmarla.

Los niños rieron.

–El final pueden imaginarlo ustedes.

–Si yo fuera uno de esos seres, ayudaría a curar todas las enfermedades. –dijo Philips, uno de los niños más nuevos.

Me levanté para repartir los panes mientras los niños compartían sus ideas.

–Yo pediría convertirme en una princesa que buscaría ayudar a todos. –dijo Regina.

–Si cumplen deseos entonces yo pediría mucha comida. –dijo Nathaniel con una sonrisa.

–Yo creo que la historia puede ser real. Tal vez hay hijos de esos seres entre nosotros cumpliendo con sus tareas. Tal vez usted es una –dijo Margaret con emoción–. Tendría mucho sentido, pues usted siempre está muy bonita.

#1 Híbrido OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora