Capítulo Diez: La Sangre que Salva y Castiga

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Había dejado solo a Stephen en la biblioteca, sus ojos crispados por la ansiedad de saber mi respuesta, o tal vez mis pensamientos propios.

Sinceramente no podía creer en esa oportunidad en la que Stephen tenía tantas esperanzas. No podía creer en la posibilidad de salvar a uno y a todos a la vez.

La oscuridad que alberga en nosotros no puede simplemente apagarse... o tal vez ¿sí?

Para cuando me di cuenta estaba en medio de la ciudad.

Tantas cosas habían cambiado y tantas cosas nuevas se levantaban ante mí. El bosque había perdido varias hectáreas, incluso su magia empezaba a desvanecerse; el lago era ahora tan transcurrido como las mismísimas calles que estaban ante el enorme castillo disfrazado de mansión.

Camine cerca de un pequeño parque, viendo a los niños jugar mientras sus padres hablaban con otros padres o simplemente los veían.

Pensé en Stephen y en su fe. Aquella fe en la humanidad de su hijo.

Sentí algo de empatía por aquel hombre que empezaba a abrir los ojos, que comenzaba a entender que aquella mujer que verdaderamente era su veneno, no le estaba sumando nada a su vida, que lo único que podía darle era una abominación en la que él confiaba podía cambiar.

Vi algo más allá de todo mi alrededor. Una visión.

Mi padre observando a Victoria, quien estaba en labor de parto. Todo parecía tan normal, pero debajo de todo estaba la oscuridad. Una oscuridad que temía provocara el caos total.

Me percaté de que había está sosteniendo la piedra del colgante.

Me moví como sombra y polvo.

Al llegar a la mansión, vi a Evelyn sentada en los escalones de la entrada, puliendo una espada corta.

–¿Dónde estabas? –preguntó lentamente.

Por primera vez espere que ella no fuera a atacarme– Necesitaba tomar aire... ¿el bebé ya nació?

–Es un mocoso, le han puesto Oliver por nombre. No parece uno de los nuestros– dijo Evelyn–. Siquiera me transmite la misma energía que Victoria. Parece demasiado humano.

–¿Dónde está Stephen y mi padre?

–Caín está con Victoria, Stephen está con el niño.

Les pase por un lado y me encamine por los pasillos y escaleras para buscar a Stephen.

Sabía que Victoria había dado la orden de preparar una habitación para la criatura y que la habitación se ubicaría en el último piso para que ningún demonio pudiera perturbarlo.

La habitación era grande, adornada y muy iluminada. Había una cuna y muchas cosas para bebés: juguetes adorables, mantas, biberones encima de una mesilla auxiliar, etc.

Stephen se volvió para mirarme, sosteniendo en sus brazos a un pequeño bebé acobijado con los ojos cerrados.

Me acerque cuidadosamente hasta donde Stephen, mire al niño que se había movido y ocultado entre las mantas que lo envolvían. Me resulto tan tierno y frágil, una criatura no apta para el mundo que le esperaba.

–¿Puedes alcanzar mi diario?

El diario estaba en otra de las mesas auxiliares. Lo alcancé y llegué a una página en blanco. Lo miré.

–Por favor pon la fecha. –dijo.

Yo escribí siete de octubre de mil novecientos noventa y nueve– ¿Es para recordar la fecha de nacimiento de tu hijo? –pregunté con tono burlón.

#1 Híbrido OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora