Capítulo Trece: El Valor del Recuerdo

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Cuando aterrizamos en Londres, mamá visitó a sus amigas, quienes estaban muy alegres y envejecidas.

Las mujeres nos acompañaron a la ciudad donde había vivido mi padre, contando todas las cosas que habían pasado, aunque nada parecía relevante.

Por su parte, Avery se mantenía en silencio y seria, casi como si estuviera a la defensiva. Quise hablarle, preguntarle si estaba bien, pero sabía que lo reservada que era. Ella mentiría o diría que yo no podría entender nada de lo que dijera.

Después de horas de viaje, llegamos a una bonita ciudad: algunos vecindarios con casas lujosas y otras con casas de un estilo anticuado, aunque en muy buen estado; las calles parecían tranquilas, personas transitando calmadamente, pareciendo una película bajo la luz del ocaso. Los lugares comerciales parecían divertidos, un pequeño centro comercial con una plaza enorme frente a él y puestos de comida o de actividades para niños se esparcían por ella.

También me di cuenta de lo conectada que estaba la ciudad con el frondoso bosque. Era lindo a pesar de la lluvia que nos acompañaba.

–Me gusta aquí. –dije.

Sentí como si perteneciera a la ciudad, como si estuviera conectado a ella.

Entre el bosque se levantaba algo que parecía un castillo y eso me atrajo mucho, pero lo perdí de vista cuando el auto cruzó a una calle con casas grandes y bonitas, siguiendo un estilo anticuado. También estaba estrechamente conectada con el bosque.

Cuando bajamos del auto, una chica nos esperaba de pie en la acera que estaba ante la casa. Un hombre y una mujer a su lado sostenían una sombrilla y todos iban de negro.

–Bienvenida, Tía. –saludó la chica más joven. Había un acento en su voz.

–Debes ser Jordyn, es un placer– dijo mamá–. Él es mi hijo Oliver y ella es Avery, una amiga.

La chica me miro. Tenía el cabello color caramelo y los ojos iguales a mamá. Su rostro era travieso y juvenil, aunque se veía decaído. No era alta, pero si delgada, sus manos eran casi huesudas.

–Es un gusto conocerte, primo– su mirada oscura se dirigió a Avery–. Y a ti.

Sonreí– Este lugar es bonito. Eres muy afortunada al vivir aquí, aunque lamento lo que sucedió con tus padres.

Ella respiró profundo y me dedico una sonrisa un poco forzada.

Las amigas de mamá se despidieron y se fueron, dejando sus nuevos números de teléfono por si necesitábamos algo.

Le eché otra mirada al cielo y a los árboles que se extendían en un hermoso bosque y, cuando me di cuenta, todos habían entrado a la casa, aunque Avery estaba esperándome.

–Pareces cautivado.

–Lo estoy.

Le dediqué una sonrisa y luego caminé hacia el interior de la casa, sintiendo un escalofrió cuando el calor me invadió.

Margaret, la mujer que había estado acompañando a Jordyn, me indicó que dejara mi abrigo en el perchero y que evitara ensuciar la alfombra con mis zapatos llenos de barro. Tal parecía que tenían algunas reglas en la casa, la cual era hermosa y grande, llena de adornos y fotografías, incluso pinturas de personas y paisajes que de verdad eran increíble.

La sala de estar era bastante moderna, con una increíble chimenea de aspecto costoso. El comedor era elegante, contrastando con algunos de los adornos anticuados que supuse habían pertenecido a la familia. Había también un despacho, una biblioteca, el baño, una sala para tomar el té con un resaltante piano de cola y una chimenea más anticuada, la enorme cocina y una habitación con su baño.

#1 Híbrido OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora