Capítulo Veinte: Palabras que Llegan al Corazón

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Oliver y Victoria desaparecieron por el portal y, aunque intenté cruzar el portal detrás de ellos, una fuerza invisible me envió lejos, pero no lo suficiente como para hacerme caer al vacío.

Mire a mi padre, invocando una espada y apuntándolo con ella.

–Deberíamos hacer lo mismo que ellos. –dijo mi padre.

La lluvia había hecho que su cabello negro se pegara a su frente, que su piel se viera un poco más blanca, aunque no estaba segura de cómo era eso posible; la lluvia había mojado su ropa elegante y anticuada, aunque la sangre también lo había hecho.

–No quiero hablar.

Él extendió una mano y una llamarada se avivó en el suelo, dibujando un círculo con símbolos que invocarían un portal; cuando todo el dibujo era fuego, mi padre lo traspasó, siendo consumido por el fuego. Con un suspiro, yo le seguí.

El lugar era elegante, aunque los muebles y los adornos estaban amontonados en una esquina, dejando espacio suficiente para una silla dentro de un enorme circulo.

Yo estaba en la silla, siendo retenida por cadenas de fuego. No entendía cómo me había engañado.

Las cortinas estaban corridas y una única luz encendida.

–Estamos en un hotel, así que agradeceré que no hagas un desastre. –mi padre apareció vistiendo un traje diferente, aunque igual de oscuro. Sus brazos estaban cruzados.

–De cualquier modo, podrías arreglarlo.

Él suspiró– ¿Cuál es el propósito de todo esto? ¿Por qué tanto empeño en alejar al mocoso de su madre?... No tiene sentido que sigas haciendo esto, es estúpido, solo mira las cosas insensatas que haces, desde intentar enfrentar a Victoria hasta estar dispuesta a matarme. Ya ha sido suficiente.

–Tú también estabas dispuesto a matarme, incluso clavaste esa espada en mi pecho– mi voz era triste–. Jamás pensé que lo harías. Que me matarías por ella.

Sonrió de medio lado, una sonrisa burlona– Es increíble como tu habilidad de actuación es totalmente horrible cuando estas frente a mí. El drama no te queda bien. Dime ¿Qué fue eso de padre? ¿piedad?

Suspiré y por un momento odié el hecho de que me conocía demasiado bien. Mi padre sabía cuándo mentía y cuando no, cuando era audaz y cuando era una completa estúpida. Conocía mi fortalezas y debilidades como la palma de su mano.

–Fue la cereza del pastel– eché la cabeza hacia atrás, como si quisiera mirar el techo–. Sé que te ha gustado.

–No te enseñé a pedir piedad. Los fuertes no la piden.

Lo miré– ¿Te ha molestado? Digamos que ese podría ser uno de los propósitos.

–Bien, basta de rodeos.

–Pero si me dolió el hecho de que ibas a matarme porque ella te lo pidió. Fuiste demasiado lejos y, si me lo preguntas, esperé una reacción más... sorpresiva al verme con vida, porque debes saber que si estuve al borde de la muerte. De no ser por Oliver, no estaríamos hablando ahora. Hubiera sido genial una lagrima, aunque no puedes llorar... tal vez podrías haber dejado caer tu arma y correr a abrazarme.

–¿Es todo lo que has estado haciendo? ¿Ver películas y novelas? No puedo creer que hayas desperdiciado tanto talento. –su voz fue dura.

–Lo que yo no puedo creer es que sigas siendo un estúpido. En serio quisiera saber qué beneficios te trae todo esto, es decir, no es como si fuera a entregarse a ti por el simple hecho de que la complaces con todo lo que te pide– fui igual de dura–. Antes de matar a Stephen debiste haberle preguntado como logró acostarse con Victoria.

#1 Híbrido OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora