Capítulo Nueve: Decisiones Caóticas

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El castillo se mantenía intacto a pesar de que habían pasado ciento diecisiete años, aunque los humanos no lo veían como yo.

Debbie y Hellie nos recibieron con emoción, sabiendo a la perfección que nuestro cometido había salido más que bien.

Era yo ahora una princesa infernal, teniendo poder sobre la diversidad de mundos infernales; Caín y Avery peleado a mi lado, dirigiendo nuestro ejército y tomando rango importante mientras arrasábamos con los mundos infernales que ahora eran nuestros. Como era de esperarse, Avery se había convertido en una de las mejores cazadoras y el orgullo de Caín, por lo que todos la reconocían, o al menos la gran mayoría.

Al llegar, Stephen también me recibió con emoción, aunque él no estaba al tanto de lo que en realidad habíamos hecho; Caín, a mi lado, soltó un gruñido al ver a Stephen, lo que me trajo el recuerdo de cuando decidí regalarle la inmortalidad a mi querido humano, aunque en realidad su función era divertirme, como un bufón. Caín se había vuelto una fiera cuando se enteró de que Stephen permanecería con nosotros, pues tenía vida eterna y no era demasiado conveniente que merodeara por allí sin envejecer.

Él había repetido una y otra vez que era un error que Stephen se quedara, que traería más problemas de los que necesitábamos. Pero sus palabras no tenían un significado para mí, solo le ignoré y le recordé que él ya tenía un trofeo, que me dejara conservar el mío.

Mi querido cazador desapareció con su hija, mientras que yo me aproximaba a mi perfecto salón.

Mientras me servía una copa de vino, Stephen me comentó que la biblioteca era un poco extraña, por lo que me molesté un poco, pues ya le había dejado en claro que no podía entrar allí; cuando me volví para mirarle, parecía serio y preocupado.

–Considerando todos los libros que hay, llegue a la conclusión que es una biblioteca infernal, o con temática demoniaca.

Me senté en el diván y cruce las piernas– Creo haberte dicho que no debías entrar a esa biblioteca.

–¿Cuál eres? –preguntó– De todas esas ilustraciones de demonios ¿Cuál eres?

–Un ángel... –dije con una sonrisa cínica– Soy un ángel caído. Un ángel envenenado.

Sus facciones demostraron sorpresa– ¿De verdad?

–La más pura verdad. –tomé un sorbo del vino.

–Todos estos años que pasaste fuera ¿Qué estabas haciendo en realidad?

–Estaba en el infierno, coronándome princesa, pero dejemos el tema, me aburre.

Stephen pareció dudar, pero luego se relajó un poco– Estamos en víspera de navidad, te he comprado un regalo para pedirte que seas mi esposa.

Sonreí y esperé a que se acercará a enseñarme el anillo.

En el momento en que nos conocimos, no me había sentido atraída en absoluto y mucho menos enamorada, aunque no podía negar que era bien parecido: ojos grises, cabello negro, piel blanca, pecas y delicado cuerpo con poca musculatura, facciones delicadas y finas.

Cuando se arrodilló me enseñó un anillo de oro con un hermoso diamante. Me gustó de inmediato, pero no quería casarme.

–Querido, el matrimonio es de las cosas menos llamativas para mí. Si quieres un compromiso más grande, vas a decepcionarte, pues no te lo daré.

–¿Cuál es el motivo por el que me conservas? Claramente no me amas como yo te amo.

Solté una carcajada– ¿Amarte? Debes estar bromeando.

#1 Híbrido OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora