Capítulo 13.

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Llega el jueves y yo estaba decidida a no asistir a casa de Lady Valentine. Estos días han sido difíciles mientras intento reponerme de lo que sucedió, sin embargo, no me es sencillo.

Falte a clases por tres días, en los cuales no quise salir de casa ni un segundo y solamente me quede en el jardín, tomando el valor que sentía me habían arrebatado esa noche. Hasta que finalmente me arme de fuerza y tome la decisión de no permitir que Faustus controlará mi vida aun a la distancia, no estaba dispuesta a dejar que gane la batalla contra mis propios sentimientos.

Me arriesgué a hacer algo que me ayudase a sentirme mejor conmigo misma, que me diera  coraje, valentía y eso fue hablar. Yo quería quedarme en silencio, no lo negaré, deseaba olvidar ese suceso y actuar como si nunca hubiese pasado, pero eso sería injusto para conmigo. Quería hacer por todos, lo que la justicia no hizo por mí, así que ensañé con mamá todo un discurso sobre mi vivencia y le pedí permiso al señor Field para recitarlo en clase.
Me hubiese gustado que Rose estuviese presente para que viera cuan fuerte soy, que no soy débil como ella piensa y hasta quizás algo de lo que dije le habría servido.

Hablar me ayudó, me resultó terapéutico y aunque al principio al tutor no le pareció buena idea, ya que no quería alarmar a los demás con lo que él consideraba un caso aislado, mamá lo convenció de lo contrario. Y cuando estuve ahí, enfrente de la clase, relatando cada minuto de ese momento, me sentí aguerrida, acompañada, útil, porque estaba más que segura de que mi testimonio podría ser de ayuda para alguien de la sala o que al menos esté llevaría el mensaje a su casa y mi noche de horror serviría para poner en alerta a las personas o motivar a hablar a otro que había callado algo similar o peor.

Y ahora me encuentro aquí, de pie en el umbral de la casa de Lady Valentine, con mis manos cosquilleando nerviosamente mientras toco el aldabón. Liz me acompañó hasta entrar a la calle de nobles, pero a partir de ahí, caminé hasta la vivienda por mi cuenta y admito que recorrer ese pequeño trayecto repleta de miedo, me hizo sentir que a pesar de todo, podría volver a intentarlo.

—Bienvenida. Ya la señorita Valentine la espera. —Informa la doncella que abre la puerta.

Quita el abrigo que traía conmigo para posteriormente guiarme hasta el comedor, en donde efectivamente se encuentra la joven Russo, junto a una mujer que parece ser su madre y dos niños.

Candeleros decoran la mesa de ocho puestos, una enorme lámpara cuelga del techo, adornada con cristales que reflejan la luz a todos los espacios de la sala.

—Emily, es un placer volver a verte —saluda con una sonrisa — ¿Ves? Ahora si he recordado tu nombre. Te presento a mis dos hermanos, Thomas —señala a un pequeño castaño que levanta la mirada al escuchar su nombre, pero de inmediato la devuelve al plato frente a él — y Taded. —Este último inclina la cabeza con amabilidad, haciéndome sentir cómoda.

—Hola —Hablo cortésmente, pero soy ignorada por el primero de los niños.

—Madre, permíteme presentarte a la señorita Malhore —continúa Valentine —. Emily, ella es la baronesa Anabella Russo.

—Hola, Emily —curva sus labios en un gesto agradable —¿De los Malhore de Prinford?

—No, señora. Toda mi familia es de aquí de Palkareth.

—Es hija de los perfumistas, mamá.

—¡Oh! De la familia del perfume —Dice con un tono desdeñable.

—He visto varios frascos vacíos de los perfumes que hacen sus padres en tu tocador.

—Pues algo tengo que usar. —Replica caprichosa.

El perfume del Rey. [Rey 1] YA EN LIBRERÍAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora