Capítulo 28.

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El viaje me tomo dos días, pues me detuve a descansar en un hostal cuando llegué a la frontera. Estuve tentada a abrir la carta que me dio el rey Magnus, sin embargo, cumplí mi promesa. Al salir del palacio me despedí todos aquellos que pude. De Luena, Odo, Bronson, Remill, Theobald el mayordomo, algunos guardias e incluso del desconfiado Francis, quien seguía mirándome con sospecha mientras me entregaba las dos bolsas con monedas.

Cuando llegué a Palkareth fui directo a casa. Toque a la puerta y me recibió Mia, la cual no creía que yo en verdad estuviese allí. Luego salió mamá y papá llegó minutos después de la perfumería tras ser avisado de mi regreso. El abrazo que nos dimos resultó reconfortante, lloramos y agradecimos el poder reencontrarnos.

—Nahomi vino a casa a diario preguntando por ti, pero jamás se mostró preocupada. Pienso que en el fondo sabía que ibas a regresar —dice mamá, al tiempo que Liz llega a casa. Todo parece indicar que todavía vive con el general Peterson.

—Mily —se acerca mi hermana mayor —. No imaginas cuanto me preocupé cuando me enteré de tu secuestro. Debió ser terrible.

¿Ya me disculpó? Al parecer algo bueno salió de todo esto.

—Lo fue —respondo —. Aún no concibo la idea de que regresé. Hubo un tiempo en el que pensé que perdería la vida en Lacrontte.

—Daniel ha ido a darle la buena nueva al príncipe Stefan.

Deseo tanto verlo. Estando lejos me di cuenta de cuanto me hace falta su presencia y creo además que el momento de decirle que lo quiero ha llegado por fin.

—Voy a casarme mañana mismo, ya lo decidimos. Daniel tiene que irse pronto a la frontera con nuevas tropas, así que aprovecharemos que ya todos están aquí. No quiero que ninguno de ustedes me falte ese día, por lo que lo haremos lo más rápido posible. Una ceremonia pequeña con mi familia y los Peterson.

—¿Lo de Edmund no es muy resiente? —pregunta mamá.

—Madre, no me recuerde ese suceso. Estoy intentando superarlo.

—De acuerdo. Pensemos en algo más. ¿Ya tienes vestido?

—No, pero podríamos ir las cuatro a buscarlo. Lo siento, papá, tendrás que quedarte.

—Yo quiero descansar si me lo permiten. —Desisto —. Estoy exhausta. Lo lamento, Liz, pero te aseguro que mañana estaré completamente disponible para ti.

—Supongo que lo entiendo.

La carta que me ha dado el rey Magnus pica en mi mano, quiero retirarme a mi alcoba para leerla a solas, sin embargo, parece que el destino está en mi contra pues un nuevo visitante aparece en la entrada.

—En cuanto supe que habías regresado, quise venir a verte —dice Willy con una sonrisa después de que padre lo dejase pasar.

—¿Y cómo te enteraste?

—En la base se corrió el rumor. Te traje flores, sé que te gustan. —Extiende un ramo de tulipanes violetas.

—Son preciosas. No debiste molestarte.

Las personas en la sala empiezan a desaparecer. Liz, madre y Mia van en busca del vestido, mientras padre sube a su habitación, dejándome a solas con el soldado.

—Te debía un obsequio de cumpleaños, aunque tampoco es este —El gesto afable se borra de repente de su rostro —. Debo confesar que no vine solo a verte, sino a darte una información.

Mira hacia las escaleras, comprobando que papá no se encuentre allí.

—Me estás asustando. ¿Qué información?

El perfume del Rey. [Rey 1] YA EN LIBRERÍAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora