Capítulo 24.

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Me encuentro en la biblioteca del palacio escribiendo algunas cosas sobre la rutina al interior de la casa real para mi proyecto sobre Lacrontte. Luena me trajo aquí esta mañana antes de ocuparse en sus labores matutinas. Necesitaba distraerme y este lugar con su belleza indescriptible, dos niveles repletos de libros, múltiples mesas zigzagueando en el pasillo libre de estantes y escaleras para alcanzar los textos superiores es el sitio idóneo.

Me resulta curioso que a diferencia de Mishnock, aquí si hay textos que relatan la historia del pueblo enemigo, en este caso, nosotros, y hay tanta variedad que posiblemente podría perderme por días enteros.

—Oh, hola —la puerta se abre, permitiendo el paso de la señorita Vanir —. Disculpa, no sabía que estabas aquí.

Lo que me faltaba. Seguro viene a reclamarme por haber herido al rey Magnus.

—Solo estoy escribiendo algunas cosas para pasar el tiempo. —Miento, aunque igualmente tiene un poco de verdad.

—Entiendo. Qué bueno que te encuentro, porque ayer tuve una discusión con Magnus sobre lo que ocurrió contigo. Lo que le hiciste.

—Eso fue un accidente. Yo le pedí disculpas.

—No he venido a hablar de eso —pasa por delante de mi mesa y comienza a revisar los estantes —. Quiero poder conversar contigo sobre algo más. ¿Estás sola?

—Así es. ¿Es grave?

—En lo absoluto —se acerca a mí —. Tú estás al tanto de que yo soy la pareja de Magnus, ¿cierto?

—Sí, lo tengo muy claro.

—Me parece perfecto, porque él y yo tenemos una relación formal, pública y con planes hacia el futuro.

—Los felicito. —respondo, sin saber hacia dónde se dirige.

—Gracias —se sienta frente a mí y se inclina sobre la mesa —Me agradas, eres una joven dulce, inocente, se te nota y me preocupa que llegases a confundir algún gesto de amabilidad de parte de Magnus con otra cosa.

—¿Qué otra cosa? —cuestiono directamente, mirándola a los ojos.

—Yo entiendo que Magnus es un hombre apuesto, adinerado y además con la posición más importante que se puede llegar a conseguir y eso puede hacer volar tu imaginación y no me gustaría que suceda, porque te puedes hacer daño. Él no está interesado en nadie más que no sea yo y por eso me preocupa que crees ilusiones falsas en tu cabeza que puedan lastimarte.

—Supongo que el rey no sabe que esta conversación se está llevando a cabo. —Deduzco por lo que dijo al principio.

—No tendría por qué. ¿Acaso lo consideras necesario? —Me sonríe.

—No se preocupe, señorita Vanir. Yo tengo novio y toda mi atención está puesta en mi pareja. Además, el rey Lacrontte no es mi tipo de hombre. Puede despreocuparse.

—Y tú tampoco eres su tipo de mujer —señala rápidamente con voz dulce, acariciando mi mano —. Me alegra saber que encontraste a alguien de tu nivel, es decir, que pueda corresponderte y de corazón les deseo la máxima felicidad del mundo, porque te mereces lo mejor.

—Gracias por sus buenos deseos. —La incomodidad es visible en mi voz.

—De nada, cariño. Y ya que cada una conoce su lugar, ¿qué te parece si me ayudas con una tarea que Magnus me ha dejado pendiente? Dos mentes piensan mejor que una y tú demuestras ser una chica inteligente.

—¿Debe ser ahora? Me gustaría continuar con lo que estoy haciendo.

—Dijiste que solo era para pasar el rato. Yo te estoy proponiendo una tarea más divertida.

El perfume del Rey. [Rey 1] YA EN LIBRERÍAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora