Capítulo Final PARTE II

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Tuvimos que esperar al rededor de una hora antes de pasar al comedor. En ese tiempo, el rey Lacrontte mantuvo un acecho silencioso hacia mí que aún no puedo digerir bien. Ya tengo claras sus intenciones, pero no quiero ser parte de cualquiera que sea su jugada. Es el enemigo, quien hirió de manera indirecta a mi padre y por quien he sufrido todos estos años.

—Espero te sientes a mi lado. —Escucho al rey Lacrontte hablarme mientras caminamos a la mesa, en donde ya un banquete nos espera bajo la luz de las lámparas.

—¿Por qué haría algo así? —respondo sin mirarlo. Mi vista está fija en mis manos. Todavía no me acostumbro a esta cercanía sin amenazas.

—Porque te conviene —dice antes de alejarse a tomar lugar.

Me debato entre hacerle caso o no. Miro a mi alrededor en busca de ayuda, como si las paredes pudieran darme la respuesta, y con lo único que me topo es con la mirada recelosa de Stefan y la altivez en los ojos de Lerentia. Ambos son la respuesta que tanto estaba esperando.

Con una sonrisa tímida voy hacia donde se encuentra el rey Magnus y me siento a su lado. Él me mira con esa actitud arrogante que siempre tiene consigo y yo le sostengo la mirada. Nada de bajar la vista a mis manos, esta vez estará arriba, directo a sus ojos esmeralda.

—Permíteme decirte cuanto me alegra que hayas venido conmigo. —Se me acerca al oído para susurrarme.

—Esto lo hago más por mí que por usted.

—Por los dos, lo haces por los dos. Y por favor, tutéame. Ya yo lo estoy haciendo, ¿no?

—¿Debería tutear a quien hirió a mi padre? Porque para mí eso no tiene perdón.

—Que bien que no he perdido mi tiempo pidiéndotelo, entonces —contesta con la severidad de un militar—. Aun así, le pido etiquete a todos los Malhore de la región para que en un próximo ataque mis soldados sepan a quienes no deben atacar. —Agrega tomando una uva de uno de los platos que tenemos al frente con una actitud vanidosa que detesto.

—Esa es una pésima broma.

—¿Quién dice que estoy bromeando?

—¿Interrumpo su conversación? —Pregunta Stefan, aclarando su voz.

—En efecto —contesta el amargado con la rapidez de un rayo en una tormenta—. Hablábamos sobre lo bien que la pasamos en Lacrontte.

El que esté inventando cosas para importunar a Stefan no me molesta, lo que aún no me convence es ser yo quien lo ayude a hacerlo.

—Creo que a nadie en esta mesa le interesa lo que hicieron allá— Escucho la queja de Lerentia.

—A nosotros sí, mi querida señora Denavritz —se vuelve hacia mí y acerca una uva a mi boca—. ¿Quieres una?

¿Pero qué le pasa? ¿Ahora va a darme uvas en la boca cuando usaba guantes en Lacrontte para no tocarme?

—Emily, por favor, es de mala educación dejar a alguien con la mano extendida cuando te está ofreciendo algo. Además, no es como si no lo hubiésemos hecho antes.

Eso es falso, pero Stefan no lo sabe y veo como cae en el juego cuando suelta el tenedor que tenía en la mano.
Abro la boca entonces y dejo que pongan la uva entre mis dientes solo para fastidiarlo. Yo también tuve que ver como se comprometía con otra persona, como se casaba con ella y me rompía el corazón en pequeños pedazos como un jarrón de porcelana al caer de la mesa.

—Me encanta cuando me secundas. —La voz del rey Lacrontte es baja, pero firme.

Sus ojos verdes brillan, llenos de una mezcla de orgullo y maldad mientras me ve morder y tragar la fruta. No me gusta estar de su lado, pero solo por hoy le seguiré el juego.

El perfume del Rey. [Rey 1] YA EN LIBRERÍAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora