26. El lobo y el novio.

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—¡Maldi...! —Me contuve para no concluir la palabra—. ¡Que yo sí voy a ir!

—¿Por qué quieres ir? —quiso saber Leah.

—Con despotricar no ocasionarás mayor cambio —Tysharaw suspiró—. Debes consentir que la mayor posibilidad es que no accedan a dejarte ir. Con argumentos válidos, he de agregar.

Nos hallábamos en la habitación principal; en donde se terminaba apenas se cruzaba la puerta del espejo delator de fantasías sexuales (en caso de Nathan), y de intentos de asesinato (en mi caso). Aún no le hallaba sentido a lo que según quería Jake, así que trataba de omitir eso de mis pensamientos.

Pero en aquel momento estaba más concentrada en la discusión que tenía lugar. Lo que por supuesto no era una verdadera discusión, ya que sin importar lo que dijeran, yo iría.

—Iré —sentencié—. Ya me cansé del puto entrenamiento. Yo. Sí. Iré. ¡Punto final!

—Y se abre un nuevo párrafo —escuché una nueva voz entrando en la habitación. La maldita voz del maldito—. En el cual se específica que no irás.

La sangre me hirvió de pura rabia con tan solo escuchar su voz. Apreté los puños recordar la sensación de asfixia que tuve dentro de aquel maldito vórtice. La jodida impotencia... Terminé clavándome las uñas en mis palmas. Apreté los dientes y mis labios formaron una delgada línea.

Lo iba a golpear. Lo iba a degollar.

Jake acababa de entrar a la habitación. Con su actitud relajada y las manos en los bolsillos de su jean mientras caminaba. Sensual. ¿Por qué mierda tenía que ser sensual?

Iba a masacrar esa sensualidad.

—Y además —escuché a Tysharaw proseguir, pero ni me digné a dirigirle una mirada; tenía mi vista fija en mi objetivo, el cual se detuvo en la esquina de la habitación e inspeccionaba ésta distraidamente—, he de apoyar a Leah al no comprender por qué deseas con tantas ansias acudir a aquella escena. Comprendo el que hayas conocido y te hayas relacionado con el sátiro que asesinaron pero, además de que su vínculo fue momentáneo y para nada entrañable, ¿por qué ambicionas retornar al lugar en el que le quitaron la vida? Puedes aguardar acá y esperar a que tenga lugar un acontecimiento... ¿mejor? Pero, ¿qué harás acudiendo a aquel recinto, en vez de dejar que se encomiende alguien más adecuado para de ello?

De todo aquello apenas escuché fragmentos cortos. Mi vista seguía fija en el rostro del puto imbécil, e incluso podría jurar que escuchaba mi pesada respiración sonar en mis oídos.

—¿Se fijaron en lo cómico que es esto? —oí la risa de Leah interrumpir el sonido de mis respiraciones y mis agitados pensamientos de asesinato—. Ellos dos parecen estar en una película de vaqueros. Aquellas que los muggles hacen en el viejo Oeste. Ambos de pie, frente a frente, retándose con la mirada —volvió a reír—. Sólo les faltan las armas de fuego muggle y los acercamientos a los ojos y a la boca.

—Yo no estoy retando a nadie —contradijo Jake, hablando a la ligera—. No hace falta; Lex simplemente no irá —me miró de reojo al decir esto, pero apartó la mirada—. Quién sabe si lo que sea que ocasionó aquello sigue allí, esperando a que venga una estúpida testaruda y se adentre en la tienda para matarla. Y todo porque la estúpida no entendía que es peligroso.

No respondí. Avancé.

—Uy, uy —Leah sonaba divertida—. Les dije que era como una película muggle. ¡Ya comienza el duelo! Necesito grageas para disfrutar esto. ¿Aquí hay grageas? Tiene que haber grageas.

—¿Te molestaste? —me preguntó Jake con cara inocente.

—No —forcé una sonrisa, la cual me costó mantener—. ¡Es más, te quiero dar un abrazo! En el cuello. Con una soga.

¿Ficción o Realidad? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora