3. ¿Mi nombre?

3.9K 295 92
                                    

—Tardaste un poco, ¿eh? —dijo Jake hallándose en el asiento del conductor, aún mirando al frente mientras me hablaba—. Pensé que entrarías más rápido.

Giró la llave para hacer rugir el motor.

—¿Pensaste que no dudaría en entrar a tu carro? ¿Es en serio? —Lo miré como si fuera la estupidez más ridícula del mundo. Porque, de hecho, lo era.

—Oye, yo también estoy corriendo riesgo —puso el auto a andar en retroceso cuando ya yo me había instalado bien en el asiento de copiloto con los brazos cruzados. Condujo en reversa mucho más rápido de lo que estaba acostumbrada cuando la gente salía de un estacionamiento, y habló mientras daba una rápida miraba hacia atrás para guiarse—. Le estoy permitiendo a una extraña que se monte en mi auto. ¿Yo qué sé si tú eres una asesina sádica? —Salió del puesto del estacionamiento de una, por lo que ya habíamos comenzado a avanzar en la calle—. Tal vez te haces pasar por la niña inocente e indefensa que se perdió en un club nocturno para que la pobre víctima, aquí presente, haga una buena acción brindándole ayuda y así ella lo pueda llevar a un lugar donde nunca escucharán sus gritos.

No. Me había equivocado. Ahora sí que lo miraba como si acabara de decir lo más absurdo del mundo.

—Por si lo olvidaste, genio —empecé—, tú eres el que mató a una persona.

Sentí como los vellos de mis brazos se erizaron al recordarlo. Me hundí más en el asiento y cerré los ojos. Inhalé y exhalé unas cuantas veces para despejarme y volverlos a abrir, expulsando lo mejor que pude aquel suceso de mi cabeza.

—Eso es exactamente lo que diría una asesina que finge estar aterrorizada ante un asesinato insignificante —justificó él. ¿Asesinato insignificante? ¿Habla en serio?—, cuando ella puede que esté armada hasta los dientes.

Rodé los ojos.

Ya habíamos dejado el estacionamiento atrás, viendo las luces de los faroles pasar como un borrón y las motos alejarse de nosotros. Entramos a la carretera, mientras más avanzábamos más oscuro se volvía nuestro entorno; íbamos rodando por el pavimento, iluminados solo por las luces delanteras de la camioneta y de vez en cuando un farol en la acera. La oscuridad causaba que este trayecto pareciera eterno, sumándole el paisaje negro de alrededor y el que no hubiera ningún otro carro transitando esta área, no ayudaban mucho.

Ningún alma, cuerpo, automóvil o animal a kilómetros de distancia.

Estaba sola con él.

Retomé el tema; alcé los brazos y los sacudí en el aire para mostrarle que no había nada.

—¿Ves algún arma, idiota? —Llevé el interior de mis bolsillos hacia afuera, aunque fuera un lugar ridículo e imposible para esconder algo con su estructura y tamaño, pero mostré que estaban completamente vacíos.

—Te sorprendería la cantidad de lugares impensables que sirven para ocultar un arma.

Eso quería decir: que él tenía experiencia ocultándolas.

Y la experiencia sólo se gana poniéndolo en práctica.

Sin planearlo, me apretujé más contra la puerta del auto. Por supuesto, la distancia entre nosotros no sufrió ningún aumento significativo. Me reprendí a mí misma por esa actitud tan cobarde, resoplé y me senté derecha. Estaba decidida a que cualquier cosa que me dijera él no me iba a afectar.

Pensé los posibles escondites para un arma... Me subí un poco la camisa, lo suficiente como para que se viera que no tenía nada en mi cintura. Él negó con la cabeza.

—¿Qué otro lugar tendría yo para esconderlos? —inquirí.

Jake apartó la vista de la carretera por un momento, y su mirada se dirigió a mi pecho, posicionándose arriba de mi abdomen. Y podía apostar a que no estaba enfocado en mi camisa.

¿Ficción o Realidad? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora