Ya habían pasado dos días.
Dos días desde que me había enterado que, supuestamente, uno de los principales objetivos de Jake al traerme aquí era besarme.
Era un trampa. Un truco.
Tenía que serlo.
Dado que... Bien, el podía decir o hacer lo que sea: decir cosas insinuantes, tirarme besos —muy útiles para practicar el bateo— al aire, ser una ladilla humana... Todo. Pero ya había abordado a Kath miles de veces tratando de averiguar si el espejo se podía controlar de alguna forma, manejarlo o alterarlo para que salga lo que uno quiera que los demás vean, pero —Maldición, esto sigue sin poder ser cierto— ella me había asegurado y reasegurado que no había forma. Incluso yo misma me dediqué a buscar la forma, traté de alterarlo, y prácticamente arrastré a casi todo el mundo frente al estúpido espejo para ver qué rayos mostraba. Pero siempre lo que hacía el reflejo encajaba con la personalidad de cada uno, y no me costaba creer que eso fuera lo que realmente quisieran hacer. Por eso mismo, la vez que llevé a Nathan no fue una visión para nada agradable. Sí, definitivamente él tenía muchos planes que hacer... Todos de los cuales incluían chicas, chicas sin ropa, y —ni siquiera una cama, puesto que era en todas partes— cosas que ni siquiera estoy segura de que yo haría.
A menos, claro, que se tratase de Grey en persona. Ahí cambia todo...
Y es que lo que Nathan tenía para "brindar" ni siquiera era vainilla.
Para nada vainilla.
No me traumó tampoco, ni nada parecido —hacía muuuuucho tiempo que mi inocencia y mi capacidad de traumarse se habían fugado juntas para jamás volver—, pero aún así aprendí la lección: Jamás pararse frente a ese espejo con Nathan a tu lado.
Pero con todo eso, al final no me quedó más remedio que creerle a la pelirroja. No se podía manipular el reflejo. Era imposible.
¿Pero entonces cómo es que el idiota...?
Nada tenía sentido. Mi teoría más lógica era que el apocalipsis se acercaba y todo el mundo estaba perdiendo la cabeza.
Es la única explicación.
Justo después de enterarme de lo que significaba el reflejo del imbécil, mis planes habían sido claros: buscar a Jake, interrogarle para conseguir respuestas, utilizando para ello cualquier método que sea necesario (tenía varios en mente) y al final aniquilarlo.
—Nada de aniquilar personas —me había dicho Kath firmemente, agarrándome por el brazo para frenarme—. O por lo menos no hasta que te hayas entrenado lo necesario.
—Tendría que esperar mucho —había refutado con un quejido—. Hay maneras de aniquilar gente sin necesidad de entrenamiento.
—¿Podrías aniquilar a un grupo de demonios si te los pusiera enfrente? No, ¿verdad? Entrénate, todo lo que necesites... que será mucho —agregó en un murmullo, echándome una ojeada de pies a cabeza. Por envidia, era mi criterio. Yo tenía mejor cuerpo que ella, después de todo. Incluso un pervertido ángel caído confirmó eso. ¿Qué fuente de más confianza que esa?—. Así tendrás la capacidad de aniquilar a quién se te venga en gana.
—Bueno, ésa parte me gusta —admití asintiendo—. Claro, eso sí se puede saltar toda la parte de "entrenar". No voy a esperar ni un segundo más.
Y no había esperado.
En ese mismísimo momento partí en busca del imbécil que no merecía estar en ese cuerpo tan sexy ni tener esa cara tan atractiva. ¿Por qué no le pudieron dar un cuerpo jorobado y gordo? Así sería más fácil odiarlo, en vez de tener que tratar de pasar por alto su excelente físico y concentrarse en su asquerosa personalidad.
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¿Ficción o Realidad? ©
Fantasia¿Alguna vez te has preguntado de dónde los escritores sacan sus ideas? ¿Esos mundos fantásticos y seres increíbles a los que llamamos "ficticios" son realmente inventados? Deben tener mucha imaginación, o tal vez no... Tal vez solo han sido testigos...