28. Viaje indeseado a la memoria.

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—¿La...? ¿Tú...? ¿Cómo la...? —Ni siquiera podía formular la pregunta. Seguía miran do a Nathan observar la imagen de mi madre en la enorme pantalla, sin apartar la vista, pálido, preocupado, en shock. Respiré hondo y obligué a mi garganta a funcionar—. ¿La conoces?

Nathan ni siquiera pareció escucharme, giró como un bólido y encaró a todos.

—¿Qué ha pasado con ella? ¿Cómo consiguieron la imagen? —Volvió a mirar la imagen sobre su hombro y tragó saliva visible gracias a su manzana de Adán, pronunciando sus siguientes palabras en un tono mucho más bajo—. ¿Sabéis si... está viva?

Todos se le quedaron mirando, expectantes. Ethan con una ceja alzada y unas arrugas en la frente por su ceño fruncido. Jake parecía estar examinándolo por su reacción, al igual que Kath, pero ésta parecía más precavida. Leah lo miraba con curiosidad. Y era la primera vez que veía a Tysharaw con los ojos en blanco.

Nadie le respondió.

—¿De dónde conoces a Samantha? —pronunció la Trylle con cuidado. Sus palabras eran lentas y pude percibir que ella también estaba preocupada por el bienestar de mi madre.

—¡Hostia! Decidme: ¿Está viva? —exigió Nathan, esta vez más alto.

—¿Qué te interesa a ti? —Me planté frente a él. Tenía que averiguar cómo un... Alguien como Nathan conocía a mi madre.

Él me escudriñó con la mirada. —Es personal, chavala. Si no quiero decíroslo, no lo haré.

—¡Soy su hija, maldita sea! —estallé y sentí el picor en mis ojos otra vez. Mis ojos se humedecieron, pero los cerré para contenerlas y apreté los labios.

—¿Qué? —Abrí los ojos y me hallé con un Nathan pasmado. ¿Era yo o él estaba más pálido aún?—. ¿Cómo que eres su hija?

Respiré con dificultad. —Sí. Ella tuvo sexo con un desgraciado que nos abandonó. Me parió. Me crió. Sí, yo creo que es mi madre —solté con cólera.

El caído parpadeó como si lo hubieran golpeado. —¿Qué? —Repitió.

Mi puño fue hasta su cara antes de que incluso yo me diera cuenta.

Nathan trastabilló hacia atrás y se enredó con sus pies, cayendo al suelo.

Después de golpearlo fue que recordé el hecho de que él no podía sentir nada físicamente, por se un ángel caído, ni siquiera el dolor. No obstante, no me arrepentía del golpe. A él no le dolía, pero por lo menos sí causaba el efecto a desear en su cuerpo.

Leah se cubrió la boca con las manos mientras observaba a Nathan en el suelo con una mano sobre la nariz, permaneciendo allí tirado; más bien por lo aturdido que estaba, no por dolor.

Mis nudillos dolían como el mismísimo infierno... Probablemente le había roto la nariz, pero apreté los labios e ignoré el dolor lo mejor que pude.

—Sí, a él sí que le rompiste la nariz —murmuró Jake, aunque parecía aprobarlo.

Todos se quedaron observando excepto Leah, que fue la única que fue a socorrerlo y se agachó a su lado. Nathan apartó la mano dejando su rostro al descubierto. En efecto, un hilo de sangre brotaba desde su nariz y desde yo me encontraba parecía tener el área hinchada y roja.

—Puedo hacer un encantamiento para sanarte —se ofreció Leah con una sonrisa tranquilizante.

—Con eso lo que conseguirás es que la salga una trompa de elefante en vez de nariz —farfullé entre dientes.

Nathan tal vez no estaba consciente de lo terrible bruja que era Leah, así que no sabe cuánta jodida suerte tuvo al descartar su oferta con un gesto de la mano con indiferencia.

¿Ficción o Realidad? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora