1. El club nocturno

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«¿Dónde estoy?»

Aquel fue el primer pensamiento que me invadió al abrir los ojos, desorientada y sin saber dónde me encontraba o por qué estaba ahí. Bien, algo estaba claro, debía controlarme con la bebida.

Frente a mis ojos danzaban diversas luces de colores, escandalosas y fuertes. Una música a la máxima potencia retumbaba en mis oídos, haciendo eco en mi interior y logrando que temiera por la posibilidad de quedarme sorda, solo para agregarle lo que no podía faltar: ese fétido hedor de alcohol y sudor juntos.

Mi visión ya se estaba aclarando, permitiéndole distinguir sombras de personas, brazos agitándose, cuerpos pegados unos a otros, moviéndose... ¿Bailando? Un poco mas de nitidez y pude ver dónde me encontraba. Vaya, nada interesante. Y yo que pensaba que se podría tratar de una de esas películas en las que despiertas desorientada y tu vida se vuelve una aventura... no. A pesar de no poseer ni la más mínima idea de la dirección, el nombre, o algo que me indique si quiera si estaba en otro Estado, no había que ser un genio para saber que se trataba de un club nocturno.

¿Por qué no me sorprende de ti? Un día terminarás yéndote con alguien a Suecia para prostituirte y tú sin enterarte de nada. Escuché esa molesta voz en mi cabeza.

No me parecía tan grave esto, solo un problema, en serio no recordaba haber venido, mis resacas jamás habían sido tan fuertes. ¿Qué hora era? ¿Cómo llegué? ¿Vine sola?

¿Me habían drogado?

Miré con rapidez hacia abajo, escaneándome y comprobando —aliviada— que aun poseía ropa cubriendo lo necesario. Pero... ¿entonces qué me pasó? Mis noches nunca llegaban a ese punto.

Me levanté como pude, sintiéndome mareada pero logrando avanzar, aunque no sin recibir empujones y codazos mientras me habría paso.

Resaltaba entre la multitud gracias a la ropa. No, no de la mala manera. Más bien, creo que era la que mas cubierta estaba en ese lugar. Y eso significaba que las otras chicas realmente lo exponían todo; mi vestimenta consistía en un short corto de bluejean y una camiseta ajustada roja, mientras que la mayoría de las chicas en ese lugar llevaban una vestimenta que dejaba un 0,3% a la imaginación.

¿De dónde salió la ropa que traigo puesta? Ni idea.

Pero me cubría y eso bastaba. Continué devolviendo los empujones que recibía, sin poder evitar el contacto con los sudorosos cuerpos danzantes (no un buen baile), alguien me gritó en el oído, derramaron algo que me salpicó y una chica ebria me empujó hacia un lado, le dio un sorbo a la botella en su mano y luego siguió bailando con un hombre mucho mayor. Traté de borrar de mi mente la forma tan grotesca en que ese hombre paseaba sus manos por aquella chica de silicona.

Tropecé con alguien y caí al suelo, aún algo aturdida. Enfoqué al chico arriba de mí que me extendía la mano; comencé a evaluarlo de pies a cabeza (mínimo podría ver si tenía buen cuerpo). Nada especial, zapatos deportivos negros, jeans negros y camiseta de un verde marino, torso y brazos delgados, para nada musculoso, aunque no pude detallar la cara debido a mi aturdimiento noté su cabello negro despeinado, tenía la piel casi dorada, un poco bronceado, y... Oh. Mi. Dios. ¡Qué ojos! ¿Cómo es posible que aquel chico tuviera...?

Bah, lentes de contacto.

No podían ser reales. Eran de un azul zafiro impresionante, no el típico azul. Además... esperen, ¿mis ojos me engañaban o sí vi que tiene tonalidades violetas? Sí, definitivamente lentes de contacto.

No sabría como describirlos, pero eran increíbles. Bueno, con decirles que según yo, él tenía ojos más impresionantes que Sharbat Gula, aquella mujer cuya fotografía recorrió Internet.

¿Ficción o Realidad? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora