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Nota: (+18)

Das un largo suspiro a pesar de estar en una fiesta.

En tu primera fiesta universitaria, más bien.

Sin embargo, eres incapaz de divertirte, de reír con tus nuevos compañeros, hablar con ese chico que intenta captar tu atención con chistes malos debido a sus nervios, y es que no dejas de pensar en el chico de mirada congelante y piel marcado por el fuego.

No le has vuelto a ver, y de ese encuentro ya han pasado más de dos semanas. Era más que evidente que no ibais a estar en la misma clase, es mayor que tú, ni tampoco estudiando la misma carrera pero tal vez un encuentro casual estilo manga shojo por el campus, en la biblioteca, en el comedor a la hora del almuerzo...

Nada...

Se ha evaporado como el vaho de la madrugada más fría de invierno.

Te disculpas con ese chico y vas al baño. Has ido a la fiesta por petición de tu amiga quien tenía muchas ganas de ir, y también por si daba la casualidad de encontrártelo en el bar al haber estudiantes mayores, pero no ha habido suerte. Te miras al espejo. Te has puesto tan guapa por si estaba... No te has maquillado mucho, prefieres ir natural, pero hoy te ves arrebatadora y sexy con esos labios pintados de un rojo intenso. Lanzas un beso al espejo decidida a olvidar al fantasma que te persigue en sueños y regresas a la fiesta pero al abrir la puerta el mismísimo fantasma está frente a ti comiéndote con la mirada.

-Te has equivocado de baño. El de hombres es el de la izquierda.- dices con indiferencia para que no note ni un solo ápice en tu rostro de lo feliz que te hace el volver a verle ni que pueda escuchar el grito fangirl que tu corazón acaba de dejar escapar.

-¿Semanas sin vernos y es así como me saludas, gatita?

-No me llames así.

-Te llamo así porque es lo que eres... Mi gatita... - susurra posando sus cálidos dedos sobre tu barbilla para buscar tu mirada y perderte en el océano de sus ojos. Ya has caído. Estás hechizada. No hay salvación. Envenenada. No hay antídoto. Tampoco lo quieres.

-¿Qu-

-Shhhhh – te calla casi rozando tus labios cerrando la puerta. Acabas de darte cuenta. No lleva mascarilla. Notas el calor de su respiración como si fuera la tuya propia al salir de tu boca – Sé que me estabas buscando.

Va diciendo mientras sus pies se comen los tuyos hasta llevarte a donde quiere. A la pared.

-Yo no te he buscado.

-Claro que sí... Me has buscado por el campus, y en tus sueños cada noche... Dime ¿Qué deseas de mí?

-Todo.- se te escapa. Estás embobada. Dirías todo lo que él te pida. Harías cualquier cosa que él te pida. Estás ardiendo en deseo. Sufres por besarle. Te humedeces con solo pensar en cómo será besarle.

-¿Todo? – pregunta socarrón – Dime qué quieres que haga y lo haré, gatita.

-Deja de llamarme gatita...- gimes al notar su lengua en tu cuello para luego girarte y darle la espalda. Notas su nariz por tu espalda. Sus dedos colándose por debajo de la blusa de seda que llevas.

-Pa-para... si alguien entra...

-Si alguien entra que se una a la diversión.

-Imbécil.

-Tengo nombre ¿Sabes?

Callas otro gemido. La falda ha caído a tus pies. Tus braguitas de encaje también. Menos mal que he elegido ropa interior bonita, piensas perdiéndote en el intenso deseo que sientes ahí abajo al notar sus dedos correteando juguetones por tus muslos.

El Príncipe OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora