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Desde aquella tarde que fuiste a la cafetería con el Príncipe Oscuro todos los días recibes mensajes de un número desconocido pero sabes perfectamente quién es pues sus mensajes son:

"Buenos días, princesa"

"Buenas noches, princesa"

No hay más texto. Solo esas tres palabras. Noche y día. Día y noche.

Pero tú no le has contestado a ninguno. Y el chico del otro lado tampoco te insiste en que respondas o te envía algún emoticono. Simplemente te da los buenos días y las buenas noches y como una tonta hechizada te vas a dormir pensando en él y te vas a clase pensando en él.

Tras la primera semana recibiendo esos mensajes y si haberos encontrado por el campus, una mañana dónde los pétalos de sakura envuelven el ambiente, lo ves en la entrada a la Universidad. Espalda apoyada en la pared, vista clavada en su móvil, vaqueros rotos, zapatillas oscuras, camiseta de manga corta roja no muy ajustada y un poco remetida entre los pantalones por la parte de delante, larga gabardina sin mangas hasta las rodillas del mismo tono de las zapatillas, medio rostro oculto por una mascarilla...

Tus pies se detienen a contemplar la imagen. Es hermosa. Cielo impecable. Sol ardiente. Sus mechones puntiagudos se mecen con la suave brisa que hace bailar los pétalos de sakura en el aire. Te has quedado sin aire.

(Nota: 53%, chica, ya estás al 53%)

Suspiras aferrándote a la gruesa carpeta con los apuntes y decides entrar sin saludar. ¿O quizás deberías hacer una inclinación con la cabeza? Miras a tu alrededor. Las chicas cuchichean sin quitarle el ojo de encima. Te molesta. No quieres ser una de ellas. No quieres que se fijen en ti y piensen "Ahí va la que derribó al Príncipe Oscuro y ahora deja un camino de babas a su paso." Ese pensamiento te irrita y finalmente aceleras el paso ocultándote entre el resto de estudiantes que hacen caso omiso a un simple chico que juguetea con el móvil.

Cuando ya estás a punto de entrar suspiras aliviada al estar a salvo pero no... No te dejará que te vayas con tanta facilidad.

-¡Princesa!

Tu cuerpo se encoge al escuchar su dulce y animada voz. Sabes que todos a tu alrededor pasan sus ojos de él a ti. De ti a él. Como en un partido de tenis. Tragas saliva. Por favor. Que sea a otra persona. Que no sea a mí. Aunque en realidad ardes en deseos de que seas tú.

-Buenos días, princesa.

Levantas la mirada para terminar ahogándote en su brillante mirada sonriendo a través de ella. Te has quedado embobada.

-Bu-buenos días.- tartamudeas sintiéndote ridícula.

-Buenos días.- vuelve a repetir. Sientes la mirada del resto de estudiantes sobre tu espalda clavándose como puñales curiosos y envenenados. Quieres dar un paso y salir de allí, esconderte en clase, pero aunque te escondas los rumores de que el Príncipe Oscuro ha encontrado a su princesa ya se habrán expandido por todo el Campus antes incluso de subir el primer tramo de escaleras.

-¿Có-cómo estás?

Le miras sorprendida. ¿Acababa de balbucear? De repente desvía la mirada. ¡No es capaz de sostenerte la mirada! Se le ve nervioso. Muy nervioso. Esconde algo en su espalda. Miras hacia las chicas que tiene justo detrás y protestan envidiosas. Empiezas a temer pues pronto estarás en boca de todos.

-Estoy bien.- respondes - ¿Y tú?

-Ahora que he podido verte después de varios días me siento como si caminase entre las nubes.- murmura avergonzado.

El Príncipe OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora