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Antes era Dabi quien desaparecía cada dos por tres. Ahora eres tú.

Desde que tu corazón tembló de terror con la extraña mirada de Dabi ante la luz de un imponente rayo no has dejado de tener una pesadilla tras otra. Tiemblas cada vez que lo recuerdas. Tiemblas cada vez que recibes un mensaje de buenos días. Tiemblas cada vez que ves su sonrisa en la distancia hablando con sus amigos y corres en dirección contraria.

Huyes.

Pero al mismo tiempo quieres correr y respirar su aroma.

****
-Gatita~ Por fin nos vemos.

Su sonrisa te hace estremecer culpable.

-L-lo siento, he estado ocupada.

Planta un suave beso sobre tu frente y se sienta a tu lado. Te has saltado la clase al no estar muy concentrada. Necesitabas poner en orden a tu corazón.

-¿Va todo bien? ¿Estamos bien?

-¡Claro que sí! – exclamas pero rápidamente callas dudosa – Es solo...

-Lo sabía...- murmura. Su voz se va rompiendo a medida que habla – Algo pasó aquella noche. La noche de la tormenta – tragas saliva. ¿Cómo puedo contarte que me asustaste? ¿Qué vi en ti una imagen que nunca antes me habías mostrado? – Estás enfadada porque no me quedé ¿Verdad?

Su mirada pasa del cielo azul a ti y notas como cadenas invisibles salen de la tierra para ir anudándose en tus tobillos, en tus muñecas...

-Lo siento, te lo recompensaré.- susurra acercando sus deliciosos labios a los tuyos – Ven a cenar a mi casa esta noche. Prepararé algo delicioso.

-¿Me vas a cocinar? – preguntas sorprendida olvidando el hecho que las cadenas ya han llegado a tu cuello.

-Por supuesto. Haré algo especial para mi gatita más especial.

Fundís vuestros labios.

Las cadenas invisibles no han desaparecido.

****
-Bienvenida a mi morada.

Dice levantando los brazos.

Entras con paso dudoso pero Dabi agarra tu muñeca con dulzura empujándote al interior. Vive en un enorme ático con unas impresionantes vistas, sin embargo, al observar tú alrededor notas el ambiente viciado, asfixiante.

-Apenas tienes muebles.

Dices al fijarte en las habitaciones. Tan solo hay una enorme cama, un sofá, una televisión, la cocina parece estar bien equipada y hay unas escaleras de caracol que dan a una planta de arriba que Dabi no te deja curiosear.

-Cuanto menos tienes menos hay que limpiar.- sonríe de forma picarona para después darte la espalda y caminar hacia la cocina. Sigues sus pasos y el olor arranca un sonido abismal de tu estómago arrancando, a su vez, una preciosa y diferente carcajada en Dabi – Veo que tienes hambre, gatita. ¿Quieres un tentempié o vamos directos al postre?

Ronronea perdiéndose en tu cuello. Tú ríes nerviosa y al separarse sus cristalinas cuencas han perdido su ardiente brillo.

-¿Por qué no... - carraspeas - ¿Por qué no charlamos un rato mientras te ayudo a terminar la cena?

Preguntas alejándote de él y poner distancias.

-Hablar... - murmura – Habla, pues.

Su tono ha vuelto a cambiar.

El Príncipe OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora