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Estás volviendo en el tren tras pasar unos días de vacaciones en casa. Ver a tus padres y a tus hermanos te ha hecho despejarte y olvidarte por... ¿Unos minutos? Del Príncipe Oscuro, pues aunque estéis alejados miles de kilómetros en tus sueños aparece cada noche para alterar todos tus sentidos y poner tu tranquilo mundo patas arriba.

Bajas del tren portando una enorme caja con el brazo derecho y con la izquierda una pequeña maleta de ruedas cuando escuchas tu nombre nada más salir de la estación.

-Buenos días, Midoriya.

-Buenos días, (Tu nombre) Qué casualidad. ¿También vienes de pasar unos días en casa?

Asientes y dejas la caja en el suelo.

Midoriya se ofrece a llevarla por ti pero le dices que no es necesario, es entonces cuando el chico te pide que esperes un momento. No se hace esperar cuando aparece con una bicicleta de las que puedes alquilar durante unas horas. Te ofrece el asiento para que pongas la caja y murmura, con el rostro sonrojado, que te acompañará a casa.

Ese gesto te colma de un sentimiento que te calienta el corazón pero si viniese de otra persona no sería tu corazón el único en calentarse...

Camináis hablando de las vacaciones, de lo que habéis hecho durante esos días, de los resultados de exámenes, de lo duro que será el próximo trimestre, y un sinfín de temas que arrancáis de los labios del otro. Es muy fácil y cómodo hablar con Midoriya, todo lo opuesto a Dabi... Con él estás en tensión, en alerta, como si caminases constantemente por la cuerda floja sin red alguna bajo el enorme vacío que se abre a tus pies esperando por saber cuál de sus dos personalidades saldrá a la luz.

Y lo peor es que ni tú misma sabes cuál de las dos te gustaría saber más...

Midoriya empuja la bicicleta mientras tú agarras la caja con la mano derecha. Reís, os lo pasáis bien juntos. Te pregunta si aún sigues interesada en que te ayude con algunas clases. Aceptas sin pensarlo dos veces. Vas a necesitarla. Una de las clases fuertes del trimestre tiene un durísimo profesor que te las hará pasar canutas cuando menos te lo esperes...

-Lo siento.- dice de repente Midoriya al revisar su móvil – Es del trabajo. Tengo que cubrir el turno de un compañero que está resfriado.

-Tranquilo, gracias por acompañarme.- respondes agradecida bajando la caja – Estamos en contacto para que me pases los apuntes.

La sonrisa de Midoriya irradia más luz y calor que el mismísimo sol en los días asfixiantes de verano.

Agitas la mano en el aire y te quedas observándole hasta que le pierdes la vista. En tu rostro sigue dibujada una delgada sonrisa.

-¿Amor de verano, gatita?

Pum Pum

Te has girado tan deprisa que habéis chocado cabezas al susurrarte al oído.

Ambos protestáis doloridos aguantando la risa.

-¿Por qué siempre sales de la nada? ¿Me estás siguiendo?

Preguntas dudosa porque debates contigo misma sobre dicha respuesta.

-Quizás eres tú quien me sigue, princesa.

Solo han pasado unos días pero ahora mismo te acabas de ahogar en su hermosa y seductora sonrisa. "Cuánto te he echado de menos..." Piensas. Y tal como las palabras estallan y rebotan por las paredes de tu cabeza inmediatamente bajas la mirada enfadada contigo misma. No quieres tener sentimientos por ese chico, pero chica entre tú y yo es inevitable no tenerlos.

-Trabajo en ese local.- dice de repente el Príncipe Oscuro señalando a su espalda. Se trata de un restaurante de fideos soba.

Miras el local y luego le miras a él y sí, acabas de darte cuenta que utiliza un delantal rojo con el logotipo del restaurante. De repente te ha entrado hambre.

-Termino mi turno en veinte minutos. Si me esperas te invito a un bol de fideos soba y luego te acompaño a casa.- dice observando tu equipaje.

-No es necesario.- respondes haciéndote la dura. No quieres darle a entender que llevas todas las vacaciones en casa pensando en él las... ¿24h? Dejémoslo en 23h y 55 minutos.

-Vamos princesa, déjame mostrarte que soy un auténtico caballero.

Y al mismo tiempo que deja escapar esas palabras embelesando tus oídos hace una inclinación como si fueras de verdad una auténtica princesa, para a continuación caminar hacia la caja y cogerla.

Sin éxito alguno.

¡Dabi es incapaz de levantarla!

-¿Pero qué cojones llevas ahí dentro? ¿A un tío descuartizado o qué?

Te muerdes la lengua para no reír y la abres. Verduras, fruta y un sinfín de bentos llenan la caja. De nuevo tu familia se ha vuelto loca colmándote de alimentos para que no te mueras de hambre o te atiborres de comida basura.

Dabi se rasca la cabeza confuso.

-¿Ese maldito niñato te ha dejado ir a casa con tal pesada caja? – masculla haciéndose crujir los nudillos.

-Midoriya ha sido muy amable acompañándome hasta aquí pero su trabajo le reclamaba.

Bufa mirando para otro lado. Ese lado infantil, un poco celoso, te gusta. Reconócelo.

-Puedo pedir prestada la moto de reparto y te llevo. No es bueno que una princesita como tú cargue con tal pesada car...ga... - ¡¡Dabi te mira con la boca abierta totalmente incrédulo!! Acabas de levantar la pesada caja como si nada. Sonríes satisfecha, victoriosa, orgullosa de ser una mujer fuerte, independiente. No necesitas la ayuda de nadie – Pero... ¿Qué te dan de comer en tu casa?

Estallas en una carcajada. No puedes parar de reír. Te duele la mandíbula, la barriga. Las lágrimas resbalan por tus rojísimas mejillas. Has tenido que volver a poner la caja en el suelo. Te tiemblan las piernas por la risa.

-No sabía que fueses tan débil, Dabi... - consigues decir entre risas.

-No – te – rías – dice agitando tu rostro muy avergonzado.

Vuestras mejillas tienen el mismo tono de color. Por fin algo que empieza a conectar entre vosotros. Por algo se empieza.

Sigues riendo.

No puedes parar.

-O dejas de reírte o te beso.

-No te atreverás.

Y tanto que se ha atrevido.

Es la segunda vez que pruebas los labios del Príncipe Oscuro. Y este, amiga mía, tiene un sabor muy, muy salado y picante. Salado por el sabor de tus lágrimas rebosantes de risa, y picante porque Dabi acababa de comerse unos fideos soba con extra de picante.

Cuando vuestros labios se separan dejando el sabor del contrario eres incapaz de poner en orden tus sentidos.

-La próxima vez que te pida que pares y no me obedezcas, princesa, mi lengua saludará a la tuya. Y no será nada gentil, créeme.

Diciendo esto, te roza la mejilla al separarse de ti y darte la espalda para regresar a su trabajo como si nada hubiera pasado.

Pero ha pasado.

(Nota: Jugar con fuego tiene sus consecuencias, princesita... Hechizo al 85%)

El Príncipe OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora