Capitulo 15

9 1 0
                                    

Dos meses y veinticinco días antes de que el mundo se acabe:

- Que Lucas no me quiera, hizo que recordara todo los que ocurrió con mi madre. Su constante rechazo hizo que me acordara del sentimiento de ser despreciada, no elegida. Creo que... que hizo que reviviera lo que sentí cuando vi a mi madre intentar formar otra familia sin nosotros, sin mi.

Liz le hizo frente a su verdad después de más de quince años al decir esas palabras.

Carol sonrió, como aquellas madres orgullosas lo hacen cuando sus hijos hacen lo que es correcto, cuando comprueban de que hicieron un buen trabajo como padres.

- Creo que hemos terminado por hoy. Has hecho un gran trabajo Liz. Estoy muy orgullosa de ti, y creo que tu debes estarlo también-. Dijo levantándose de su asiento. Liz hizo lo mismo.

Ella sonrió y suspiró con los primeros indicios de un aire a satisfacción personal que hace años que no tenía.

Por primera vez en años, Liz se sentía feliz consigo misma.  En paz.

Sabía que sería un largo trayecto hasta que realmente se ame y acepte a sí misma, pero todo comenzaba con pequeños pasos de bebé, se decía.

Ahora estaba segura que, aún cuando sus pensamientos le digan lo contrario, que ella no tenía la culpa de que otras personas no la quieran.

Que no la elijan.

Liz no era la culpable del abandono de su madre, ni del rechazo constante de Lucas.

Ella tenía que aceptar que todos eran personas con gustos, experiencias, preferencia y sentimientos distintos y únicos. Y estaban en su derecho de tenerlos.

Era completamente normal discrepar algunas veces, o simplemente no congeniar con todos. Estaba bien que a veces, no pueda agradarle a todo el mundo, pese a los esfuerzos que Liz siempre hacía. En el mundo habían millones de personas con experiencias, vivencias y recuerdos completamente únicos y propios.

Liz pensó en las huellas dactilares. Ellas eran la muestra de lo complejo y especial que era el ser humano. Cada uno tiene una propia, y eso nos identifica, ¿cómo esperar congeniar con todos? ¿Cómo lograr la aceptación generalizada de persona complejas, únicas y distintas en toda su heterogeneidad?

El rechazo formaba parte de la vida, y era completamente normal. Sucedía mucho más de lo que se imaginaba. Todos alguna vez fueron víctimas del rechazo, sea en el ámbito que sea. Y  siempre viene acompañado de ese extraño dolor que hacía que Liz se sienta un poquito más rota.

Nadie estaba exento a esta situación, ni a sus consecuencias.

Y Liz tenía que aprender a soltar el pasado, porque sino, jamás podría mirar el presente.

Tenía que aprender a perdonar. Primero a sí misma y luego al resto. Mentalizarse que aquello no significaba olvidarse de todo lo que vivió o  crear una relación con su madre igual a la de Jill o la de su padre.

Perdonar significaba que estaba a la altura de amarse lo suficiente, como para saber qué cosas le hacía bien conservar y que otras no. De saber que la única que no podía seguir adelante era ella debido un odio que la empujaba cada vez más al fondo de una oscuridad interminable.

Perdonar era salir a la luz.

Y, después de casi quince años, Liz pudo ver un poco de esperanza, mezclada con amor propio.

Antes de que el mundo se acabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora