Capítulo 24

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Veinte días antes de que el mundo se acabe:

- ¡Liz, déjame entrar!- gritaba en la puerta, Lucas  mientras golpeaba con su puño la madera.

Ya habían pasado unos días de que ella lo había bloqueado y él parecía tomarlo para nada bien.

Liz lo vio apenas desde el hueco del picaporte de su casa, sentada en el piso y lamentádonse por la apariencia de Lucas. Parecía tan cansado, como si todos estos días ni hubiera dormido bien. Y lo que le había dicho Logan se veía en su rostro, había comenzado a fumar más.

- Liz- susurro derrotado. Había estallo allí durante diez minutos, rogando sin parar.

Ella estaba agradecida de que sus padres hayan ido a almorzar a modo de aprovechar los últimos días en familia antes de que el mundo se acabe. Liz se sentía mal del estómago entonces había decidido pasar.

- Se que estas allí, sentada en el piso. Puedo ver tu sombra- él también se sentó.

Sólo los separaban la puerta. Bueno, la puerta y miles de palabras por decir y otras ya dichas.

- Desbloquéame por favor, necesito tener... saber que aún podemos estar cerca, que hay algo que sigues siendo mi amiga. No puedes hacerme esto, estar tanto tiempo cerca de ti y desaparecer como si nada.

Liz miraba la sombra de Lucas, casi tan delgada como él. Aunque Lucas nunca había sido un chico muy corpulento ni robusto, como siempre había pensando que así era el tipo de Liz. Sino que era bastante normal; músculos, lo justo y necesario y una contextura que podría no destacar en un montón de gente.

Pero Liz, entre toda una multitud, jamás podría pasar desapercibido el cuerpo de Lucas. Incluso estando un poco más delgado de lo habitual.

- He estado pensando desde que te fuiste- hizo una pausa, pero Liz lo dejó continuar. En otro momento, ella lo hubiera molestado preguntándole si aún sabía pensar. Pero no lo hizo, ya no hacía ni le decía muchas cosas a Lucas-. Que si esto es verdad, que el mundo se acaba y toda esa mierda que dicen por la televisión, no quiero terminar así.

- ¿Así cómo?- fue lo único que dijo desde que Lucas llegó a su casa. Fue casi como un susurro con una fuerte y necesaria explicación.

Escuchó que Lucas dejó de retener el aire cuando su voz salió.

- Como si el querernos tanto nos hace daño.

Liz no supo qué decir, y tampoco quiso hacerlo.

Por primera vez, ella era dueña de sus silencios. Era la que estaba al control de sus palabras y sus acciones.

Liz pensó que en realidad, si todo esto era cierto, así como expresó Lucas, iban a terminar como iniciaron. Desde el principio, aquel 15 de enero de 2018, Liz siempre supo en su interior que Lucas iba a despedazar su corazón. Iba destruirlo de una manera sobrenatural y que quizás, nunca se repondría.

Pero la haría vivir.

La haría experimentar los encantos del amor y desamor. El gusto de las lágrimas dulces de felicidad y las amargas de la tristeza. La sensación de felicidad y plenitud a su lado, pero también la de insuficiencia y la baja autoestima.

Lucas le trajo todo eso. Y fue muy fácil detectarlo en el instante en el que Liz lo vio en aquel balcón, tres años atrás, y en el que hablaron como si se hubieran conocido de toda la vida.

Era obvio que Liz perdería la cordura por aquel hombre de la mezcla perfecta de verde con marrón en sus ojos, porque en el momento que la fiesta terminó ella sintió que se había acostumbrado a Lucas aún sin ni siquiera conocerlo.

Y ahora, el que estaba sentado en la puerta de la entrada de su hogar parecía un completo extraño  al que le habían destrozado el corazón. Cuando en realidad, él se lo había hecho a ella primero.

- Quizás lo hacemos. Quizás siempre lo hicimos.

- Ábreme, y mírame a la cara y dímelo otra vez. Ábreme y mírame, Liz, porque necesito que seas totalmente sincera. Que me digas que cada vez que nos reuníamos para escapar de toda la mierda que nos rodeaba, cada maldita palabra que dijimos exponiendo nuestros temores y pensamientos, que esos momentos al llegar a nuestras casas el silencio se hacía tan presente que nos dejaba en la más dolorosa soledad porque, por primera vez en la vida, había experimentar lo bueno que era la compañía, tú compañía. Necesito que me digas que cada una de esas cosas nos destruía y dañaba.

Pero Liz no abrió ni le dijo nada, se limitó a llorar sin emitir un sólo ruido. Y al cabo de unos veinte minutos, que parecieron horas para ambos, en silencio, ella escuchó a Lucas levantarse e irse.

Sin despedirse, sin decir ni una palabra. Sólo se levantó y se fue.

Liz deseaba volver tres años atrás y obligarse a cambiar las cosas entre ellos, cuando aún podían salvarse, si es que alguna vez existió una mínima posibilidad entre Liz y Lucas.

Porque ahora, ahora sólo iban de camino al fin del mundo.

Y lo que quedaba de su relación, ya nada podría salvarla.

Ni siquiera palabras bonitas de Lucas, que justifiquen tres años de malos comportamientos y  palabras hirientes.

Antes de que el mundo se acabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora