Capítulo 26

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Diez días antes de que el mundo se acabe:

Los días pasaban tan rápido que le daban a Liz la sensación que eran similares al agua que se escurría de las manos. Aunque intente detenerla, nunca podría.

El tiempo poco a poco, llegaba a su fin. Corría tan rápido de ella que le quemaba no poder ir a por él.

Pero ella no podía hacer nada.

Liz pensó en los últimos meses, en todos los avances -y algunos retrocesos, como Lucas- que ocurrieron. Pese a todo, estaba en paz.

Sabía que si se tenía que morir, lo haría feliz, sin nada por qué más anhelar.

Claramente, que el asunto con Lucas no había quedado del todo bien, pero ya lo había aceptado. Después de muchos años, Liz entendió que Lucas no era para ella y que estaba bien.

Se querían, pero con límites.

Por primera vez en su vida había entendido la frase: "el amor duele". Lo que ocurría era que, el amor en sí no debía doler, sino que los que no sabían amar eran los que lastimaban.

Y Lucas no sabía amar.

Y Liz no se merecía eso.

Podían ser las almas gemelas, el uno del otro, pero si no había un amor sano y que no calculaba el costo, no valía la pena.

Porque el amor era para valientes.

Era para aquellos que se arriesgan a darlo todo, aún cuando otros no hagan lo mismo. El amor era para aquellos que se desnudaban en alma y cuerpo, para mostrarse tal cuál eran a una sola persona. Para aquellos que no les importaban las voces ajenas, sino una en especial. Para los que estaban dispuestos a incomodarse, a salir de su zona de confort y de lo que tanto conocían, para adentrarse a un lugar desconocido pero hermoso.

El amor era para aquellos que están dispuestos a que les rompan en corazón, que afecte y desestabilice todo tu ser.

Y en definitiva, Lucas era un cobarde.

Lucas no estaba dispuesto a amar sin limitaciones, a no medir el precio del amor.

A Lucas le aterraba enamorarse porque primero había que perder para ganar, y eso a él nunca le gustó. Y sólo los valientes eran los capaces de enfrentar sus temores.

Lucas era un cobarde porque siempre supo en valor que tenía Liz, pero estaba negado a exponer el suyo, a mostrarse tal cuál era.

Aún cuando Liz ya lo conocía. Aún cuando Liz ya lo amaba tal cuál era.

Porque si había una verdad absoluta, era que Liz era una valiente que no le aterraba entregar su corazón ni exponerse tal cuál era.

Pero también, había aprendido a protegerse a sí misma, a poder guardar su corazón y no entregarlo de una manera tan fácil, cómo lo había hecho con Lucas.

Y aunque le dolía la cobardía de Lucas, Liz era tan valiente que ahora guardaba su corazón.

Sin importar que el tiempo se acabe.

Estaba al teléfono con Alice cuando sonó el timbre de su casa, pero su madre fue la que atendió la puerta.

Liz recordó el alivio que le trajo haber enfrentado a su madre y el momento que compartieron en su habitación.

No lo sabía, pero Liz necesitaba que la palabra "perdón" salga de su madre, y cuando finalmente lo hizo, sintió que se deshacía de una pesada carga. Ambas lo sintieron.

Ahora la casa estaba repleta de risas desaliviadas y miradas distintas, llenas de ese amor fraternal que siempre se ausentó en su hogar. De un lugar donde evitaban permanecer, ahora, su casa era donde quería estar la mayor parte del tiempo.

Antes de que el mundo se acabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora