Capítulo 13

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Tres meses antes de que el mundo se acabe:

- No entendí lo último que me dijiste- le dijo Liz en cuanto se sentó en el sillón de la casa de Carol.

- ¿La frase? Eres inteligente Liz, sé que lo has entendido. Creo que en realidad tienes miedo de tener razón, que es diferente.

Liz se calló, no tenía nada que decir.

Carol siempre daba en el ángulo cuando se trataban de las palabras, y mucho más si se trataba de Liz. Quizás por la cantidad de años en los que la conocía o por la manera en la que se dejaba ver con ella, pero el hecho era que Liz parecía transparente cuando Carol la observaba.

Y eso no le gustaba. La hacia sentir vulnerable, expuesta.

Como si estuviese desnuda y no tenía nada con qué cubrirse. Pero lo peor era que, no solamente su psicóloga era consciente de ello, sino que ella hacía que Liz también lo sea. Era como si Carol le pusiera un espejo constantemente adelante de ella, en los que la obligaba a mirarse. Pero no de una forma superficial, como solía hacer, esta vez se trataba de algo profundo.

Carol le mostraba a Liz sus profundas heridas y las cicatrices; sus pensamientos más íntimos y el por qué de las acciones.

No le gustaba lo que veía. Por eso se le dificultaba tanto las charlas con Carol, porque eran una constante confrontación consigo misma.

Y en cuanto Liz salió de aquella última sesión, la grase que le había dicho la torturó toda la semana. Una y otra vez volvía. La recordaba al intentar olvidarla.

Porque detestaba saber que era verdad. Que la mataba el hecho de que alguien, conociéndola, quiera alejarse de ella. Opte por rechazarla, elegir a alguien o algo mejor.

Cuando pensaba en Lucas, se le formaba un nudo en el pecho. Se sentía culpable por tener esos pensamientos, en los que ella era constantemente  la causa de su sufrimiento.

Ya estaba cansada. Su corazón se esforzaba una y otra vez Por tratar de controlar algo que no podía ni debía. Las personas deberían elegir con quién permanecer, con quién quedarse. Era algo que no dependía de Liz, por más que así lo deseara.

Entendió que la condición en la que se encontraba era su culpa, a causa de la manera en la que se aferraba a él. Los esfuerzos por arraigar y cimentar a Lucas a su lado la aplastaron y la convirtieron en algo que nunca deseó ser.

Se odiaba por ello.

- ¿Quieres que igual te la explique?, ¿que te diga qué es lo que pienso?

- Por favor.

Liz lo sabía, pero necesitaba que otra persona se lo confirme.

Que alguien que ya sabía toda su historia le diga que no estaba loca y desquiciada, que Carol le explique por qué se esforzaba tanto por retener a Lucas y ser vista por él.

Que sus miedos eran reales.

Que no estaba loca.

Que por primera vez, lo que estaba espectando frente a ella no era una historia que le contaron o que un día se imaginó, sino, una que vivió.

- Pienso que, nunca le confesaste tus sentimientos a Lucas en cuanto lo conociste por miedo a que si él realmente te conocía, le sería mucho más difícil que se vaya, a comparación que si no te conociera. Es mucho más fácil abandonar alguien que no conoces en vez de una persona con la que compartiste un vínculo.  Y pienso- continuó Carol- que ese miedo surgió porque, quizás, piensas que si tu madre te hubiera conocido más, si hubieras tenido más conciencia y compartido más tiempo, hubiera formado este vínculo, ella no te hubiera abandonado como lo hizo.

A esa altura, los ojos de Liz estaban llenos de lágrimas una vez más.

Quería cubrirse. No sus ojos, sino de todas sus cicatrices.

- Liz, no fue tu culpa que tu madre te haya abandonado cuando eras pequeña. No lo fue en su momento y no lo es ahora.  Fueron sus elecciones.

- La odio- la voz de Liz se apagó, se oscureció, al igual de como ella se sentía en lo más produndo de su interior-. Por todo eso. Por abandonarnos. Por hacerme sentir con tan poco valor porque ni siquiera mi propia madre, la persona que se suponía que me amaría de una forma incondicional, que debería haberme querido... me reemplazó como... como si no fuera nada-. Liz miró a Carol a través de un brillo en sus ojos nuevo, el brillo del dolor expuesto. De un dolor a la vista de todos-. Como si no fuera su hija.

Las lágrimas le corrían por todas sus mejillas y sentía que el aire cada vez le faltaba más.

Porque aquella verdad estaba tan guardada dentro de ella que le quemaba, que la desbordaba.

Le dolía hasta respirar cuando veía a su madre y se acordaba de las veces que ella esperaba en la puerta de Carol para ser atendida por depresión infantil, junto a su papá tomado de la mano. El hombre que más amaba, desmoronándose y llorando al lado de una niña de cinco años, a causa de que su madre "se estaba asfixiando en su casa y necesitaba un cambio".

Cuando la madre de Liz volvió a quedar embarazada, claramente de otro hombre que no era su papá, y había perdido al bebé en un aborto espontáneo,  volvió a su hogar. Como si solamente se hubiera tomado unas vacaciones de su familia verdadera.

Y su padre la perdonó, porque la amaba demasiado como para renunciar del todo a ella. A su familia.

Él siempre había sido más indulgente con los errores humanos.

Pero Liz no.

Liz jamás pudo superar la forma en la que su madre la había abandonado. A ella, a su padre y a su hermana. Nunca pudo superar la forma en la que su madre se había predispuesto a formar otra familia sin Liz en su vida.

Rechazada por su propia madre.

Y que sólo haya vuelto porque se sentía sola y deshecha.

Porque por más pequeña que era cuando todo aquello ocurrió, Liz también se sentía así. Se sentía desmotivada, irritable, sola, cansada y culpable, desde que su madre se había ido de su casa.

Culpable, porque Liz se decía que si ella hubiera pasado más tiempo con su madre, si ella se hacía amar por su madre, no se hubiera ido de la forma en la que lo hizo. No hubiera querido tener más hijos, porque con ella le bastaba.

Pero nada de eso era verdad.

A su Roberta simplemente le quedaba demasiado grande el título de "madre". No estaba capacitada para amar de la forma que era necesaria al momento de criar hijos.

Era un humano con demasiadas -realmente demasiadas- equivocaciones, pero un humano al fin y al cabo. Como ella, como su padre, como su hermana...

Y como Lucas.

Y Liz no tenía ningún control sobre las acciones de los otros. Por más de que muchas veces la lastimasen.

- Y la única manera para estar bien contigo misma y con las relaciones que te rodean, es perdonar. Un sabio dijo una vez, "perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú".

Liz se sentía en el derecho de estar furiosa con su madre, y realmente lo estaba.

Pero necesitaba hacerlo por ella misma.

Para sentirse libre. Y plena, como antes solía serlo.

Antes de... antes de Lucas.

- ¿Y por qué todo esto explotó con Lucas?- dijo limpiándose las lágrimas.

- ¿Aún no lo entiendes, Liz?- dijo con una sonrisa de compasión y la más tierna mirada que Liz nunca obtuvo de su madre.

Pero Carol sabía que Liz no era tonta, que era capaz de conocerse como ninguna otra persona podía.

Liz ya entendía por qué Lucas se había vuelto casi parte de ella. Por qué él había colisionado tan fuerte con ella.

Antes de que el mundo se acabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora