Capítulo 16

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Dos meses y veinte días antes de que el mundo se acabe:

Casi había pasado un mes de la última vez que Liz vio a Lucas.

Quizás, en un contexto cualquiera, un mes no significaba nada. Eran solamente treinta y un días en los que solamente deseabas que transcurran lo más rápido posible para poder darle la bienvenida a otro mes y así, a otro año, que seguramente sería catalogado tan horrible como el anterior.

El tiempo en otro contexto a veces estaba infravalorado, pero en el contexto de que, el mundo se acababa sólo en cuatro meses desde que detectaron la noticia de un meteorito capaz de destrozar toda la tierra, esos treinta y un días significaban muchas cosas.

Significaba oportunidades. Cosas por hacer. Palabras que decir.

Aunque Liz ya había jugado todas sus cartas en los primeros dos meses, a decir verdad. Había hecho todo lo que tenía planeado en un tiempo tan escaso que ahora ya no tenía nada más que hacer. Nada más que desear.

Toda su lista de "cosas por hacer antes de que el mundo se acabe" se había reducido tanto que ya no sabía que más hacer.

Las charlas con Carol la habían orientado de una manera que jamás imaginó. Era como si por primera vez, en su mente hubiese orden.

Así que comenzó a reflejarlo.

Una tarde, mientras ordenaba su cuarto, el timbre sonó. Y no habían dudas de que era Alice, se habían visto esa misma semana y su amiga se había olvidado un bolso en su casa. Por eso, Liz estaba esperando a que regrese a recogerlo.

Fue a abrir la puerta tal cual estaba, y lsa risa de divertida de Liz se apagó en cuanto vio a Lucas.

Y por primera vez, a Liz no le importó cómo estaba vestida, con la ropa de ejercicio -puesto que ordenar su habitación era un reto casi tan exigente como eso-; o el estado de su cabello, con una colita y todos sus rizos descontrolados; o incluso qué tan sudada estaba. Todo eso ya le daba igual.

A Liz no le importó la mirada de sorpresa de esos ojos, con esa mezcla de verde con marrón, que jamás la habían visto en un estado similar.

Él tenía puesta la remera negra con la imagen de su banda favorita, y a Liz recordó el año en el que parecía que aquella era su única prenda, Lucas la usaba siempre que podía. La amaba.

Y simplemente estaba allí. Parado en la puerta de su casa, con esa estúpida remera, que apostaba que no se la había sacado hace días, su cabello totalmente descontrolado y su guitarra con la funda en su espalda

Y no le importó.

Ya estaba cansada.

- Lucas- dijo casi como un suspiro. Verlo la había dejado sin aliento, bueno, eso y acomodar su cuarto-. ¿Qué haces aquí?

Él la miró, frunció el ceño y se tocó la cinta que atravesaba todo su abdomen. Como si eso fuera todo lo que tenía que explicar, como si ese gesto  le bastara a Liz.

Y por primera vez, Liz supo que en el pasado quizás si le hubiera sido suficiente. Si le hubiera bastado.

Pero ahora no estaba segura.

A la mierda las escasas explicaciones de Lucas.
Y a la mierda los dos meses y veinte días de vida que les quedaban.

Liz no se movió de la puerta, ni lo invitó a pasar con un silencio como siempre hacía cuando estaba enojada.

Simplemente se quedó quieta, con un nudo en la garganta.

Porque pese a todo lo que había ocurrido, ella aún lo amaba.

Antes de que el mundo se acabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora