Capítulo 10

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Tres años y diez días antes de que el mundo se acabe:

- Lo siento, lo siento, pero me había olvidado que Logan me llevaría a cenar. Tendremos que posponerlo.

- No te hagas problema, Alice. De cualquier forma, estaba pensando en ver una película que quería ver hace semanas. No te preocupes.

- Oh, de acuerdo. Muchas gracias Liz, por no enfadarte. Eres la mejor- dijo su amiga al teléfono, y cortó.

Obvio que no se enojaba, si ya estaba acostumbrada a eso. Era un poco más de lo mismo, se dijo.

Prendió la televisión y puso una de sus películas favoritas, que aunque había visto mil veces, la disfrutaba como si fuera la primera vez.

Era mentira que la que la quería ver desde hace semanas, pero le había dicho eso a su amiga para que piense que no iba a estar aburrida, sola y triste mientras ella se divertía con su novio.

Por lo menos estaría sola y triste, no aburrida.

Puso Love, Rosie, la película en la que dos mejores amigos estaban enamorados unos de otros pero que no lograban coincidir hasta el final de la película. Liz amaba su romance, la manera en la que se amaban.

De una manera tan real, tan sincera.

Pensó en su amiga, saliendo con Logan. Y la forma en la que él la ve a ella, como si no hubiera otra chica a su alrededor. Y la manera en la que Alice lo prefería sobre cualquier otra cosa, en la que lo elegía como su prioridad número uno. Constantemente.

Miró a su padre, firme en su matrimonio, amando a su madre pese a todo. Haga lo que haga.

Pensó en Rosie y en Alex y en todas las historias de amor que había visto y leído hasta ese entonces. Todos sus pensamientos apuntaban a una sola frase.

Nunca conseguirás algo así.

Habían para todos, menos para Liz.

Se fijó en su celular, para ver si había recibido algún mensaje de Lucas. Pero no había nada. Él nunca le hablaba.

Siempre había sido Liz la que lo buscaba.

Ella nunca tendría una historia de amor como la de las novelas o las películas. Nunca la mirarían como Logan mira a Alice. O no estarían a su lado, soportándolo todo como su padre.

Liz nunca tendría su historia de amor.

Pensó en Lucas, en su continuo rechazo. En sus ojos, en esa mezcla perfecta del verde con marrón, que jamás la miraron como ella lo miraba a él.

Pensó en que, haga lo que haga, Lucas jamás la amaría como ella merecía ser amada.

Pero no podía soltarlo, no podía dejarlo.

Liz estaba enamorada, eso era un hecho. Y a veces, el enamoramiento hace ciegos a las personas.

Hace que las personas sigan insistiendo en lugares donde simplemente, hay que dejar pasar por amor a uno mismo.

Pero Liz se sentía una moneda. De mano en mano, sin alguien que la quiera verdaderamente.

Ella no sabía el valor que tenía.

Y ese era el gran problema.

Antes de que el mundo se acabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora