Capítulo 17

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Dos meses y diez días antes de que el mundo se acabe:

PARTE I

Liz, por primera vez en mucho tiempo, estaba disfrutando de su soledad. Le gustaba participar de las pequeñas actividades en las que no necesitaba de alguien más, en los que podía sacar a relucir su pequeña independencia. Saber que era dueña de sus tiempos y que no se sentía temerosa de estar sola con sus pensamientos, le daba un sentimiento de paz inigualable. 

Por eso empezó a ir a la tienda cerca de su casa sin Jill o su padre, quienes siempre la acompañaban. Cuando se quedaba sola en su casa, no se encerraba en su cuarto sino que aprendió que poniendo música y bailándola era una de las formas más liberadoras que podía ejercer el ser humano. Incluso comenzó ir a caminar al centro del pueblo, como una especie de terapia, de desintoxicación.

Y también descubrió que podía leer sin la presencia de Lucas en su casa. Sin que él esté tocando su música o leyendo a su lado.

Ahora Liz disfrutaba de ser su propia compañía.

Hasta podía estar con su madre en la misma casa sin ningún tipo de contiendas. Había adquirido la capacidad de pedirle paciencia a Dios cuando sentía que ya no podía más. Y de alguna forma milagrosa, Él se la otorgaba.

Estaba en proceso de sanar. Y como cualquier otro tipo de etapa evolutiva, llevaba tiempo. Tiempo, cariño... y pese a todo, le dolía. Como a todos.

Al igual que regar una delicada flor, ocupaba de atenciones y cuidados específicos. El perdón era así. Algo de día a día. No nacía ni germinaba de la noche a la mañana, sino que se tenía que regar y cultivar.

Y también de renunciar. Renunciar al derecho de reclamar o de estar enojada. Quitarse de encima un peso que tenia desde hace años, le dolía. Porque ya era parte de ella.

Pero poco a poco, Liz comenzaba a aceptarse y cuidarse.

Esa mañana se había despertado con un mensaje de Alice, proponiendole pasar el día en la playa. Como en los viejos tiempos.

Y a diferencia de hace años, o incluso hasta hace unas semanas, ella aceptó sin pensarlo demasiado.

No lo hizo pensando en quién iría, ni cómo se tendría tendría vestir o para quién. No hubo dobles intenciones.

Sin preocuparse en las miradas de Lucas, que sabía que siempre le habías robado sus suspiros o en la maya que quizás ya no le quedaba como hace unos pocos años, porque claramente había crecido y cambiado. No se preocupó en que quizás Alice ya no le daría tanta importación porque también estaría Logan allí.

Simplemente aceptó.

Un gran error, porque cuando vio a Lucas y a Logan hablando juntos, después de tanto tiempo, algo dentro de ella se encogió.

Recordó todo lo que habían pasado, y que hacía casi un año que habían dejado de juntarse los cuatro. Alice y Logan comenzaron a tener otros tiempos y otras responsabilidades, y si se reunían, lo hacían solos. Por otro lado, Lucas y Liz se veían una vez cada dos semanas, mínimo. Cuando ya pasaba mucho tiempo en el que no se veían, Lucas iba a visitarla o Liz a él.

Cada uno habían seguidos sus caminos, y en el medio, se habían olvidado que un día comenzaron los cuatro juntos.

Pero ahora, estaban todos reunidos, como en los viejos tiempos.

Liz volvió a vivir todos esos momentos en los que estaba locamente enamorada de Lucas, cuando que cualquier cosa que él hacía, en los que le parecía la octava maravilla del mundo. Cuando lo tenía tan idealizado, que le costaba respirar delante de él.

Antes de que el mundo se acabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora