El chico del puente

Parte 3

Cuando mi Micky murió, sentí como si la vida se acabara, papá era una de las personas con la cual he tenido las conversaciones más profundas de la vida, él me mostró a Dios y me conectaba a todo lo espiritual a través de nuestras largas conversaciones caminando a comprar comida casi todos los domingos, era el día en el cual nadie cocinaba y disfrutabamos de una comida especial, cada uno tenía la oportunidad de elegir qué quería comer ese día, era el día de la comida preferida, pero en realidad era el día que yo anhelaba para salir con Micky y tener nuestra conversación padre e hija, era algo nuestro, nuestra tradición, extraño tanto esos días. Cuando Micky se fue, tuve que ser la fuerte de la familia, levantar a mamá del suelo y consolar a Tania por las noches cuando quería la canción que papá le cantaba antes de dormir, con Tania nos llevamos por 4 años de diferencia, ella siempre tuvo una relación de mucho regaloneo con papá claramente por que era la menor, no era algo que me complicara, por que Micky nos hacía sentir amadas a todas, la verdad no es porque haya sido mi padre, pero mickey, era el mejor hombre del mundo, así que el que quiera estar conmigo debe superar o no... no creo que lo supere, pero por lo menos acercarse a cómo fue mi padre con mamá y con nosotras- la historia con Voldemort fue antes de que papá falleciera así que no cuenta, ahora pienso muy distinto y soy mas madura que cuando tuvimos nuestra corta historia de amor, así que el muchacho que venga, tiene la vara bastante alta. Con todo lo ocurrido con el chico del puente, estos días, casi olvido por un instante que en un par de semanas se cumplen 3 años desde que se fue, sus palabras aún latentes en mi corazón, nuestra última conversación siempre viene a mi mente en estas fechas.

- Mi princesa, si algún día ya no estoy...- él sabía que no sobreviviría a ese maldito cáncer, podía intuirlo en su voz, solo lo decía de esa manera para no quebrarme-  con lágrimas al borde de mis ojos, interrumpí  su susurrante voz.

-No lo digas papá....no puedo imaginar un mundo donde no estés, no pienses en eso, tu me has enseñado lo que es la fe, ¿cierto? Dios te va a sanar y vamos a estar los 4 juntos  compartiendo en el campo como tanto te gusta, vas a poder hacer tus amados asados o pescar con tu caña preferida  o tocar  en  la guitarra  esas alabanzas que tanto te gustan y Jacque  va a estar con su micrófono acompañandote, simulando que está en un concierto, Tania va a estar distraída como siempre jugando con Ducky ( nuestro perro) y yo estaré sacando del horno  ese pie de limón que tanto te gusta, -desde niña siempre he amado cocinar para otros, la cocina es algo que viene en la sangre de nuestra familia, mientras le hablaba no podía evitar concentrarme en la cara delgadísima de mi padre, ya no quedaba nada de mi corpulento micky, sus huesos se notaban de forma  prominente en todo su cuerpo,  su piel amarillenta y helada habían reemplazo los colores vivos que algún día tuvo, su rubia cabellera  había desaparecido por completo luego de las quimios, verlo en esa cama postrado me  destrozaba, su cara al concluir mis palabras esbozaba una linda sonrisa, me miraba con sus ojos que sólo transmitian paz.

- Anie, hija mía, tu corazón es tan dulce, nunca cambies, aunque los días se vuelvan grises, no permitas que tu corazón se vuelva duro- mi pecho se comprime, siento una angustia tan grande, es como si fuera a salirse por mi boca todo mi ser, siento tantas ganas de llorar desconsoladamente, tengo ganas de gritar, pero ahogó las lágrimas y el desazón al tragar saliva.

- Ustedes, junto a Tania y tu madre han sido el mejor regalo  del cielo, lo mejor que he hecho .....he vivido una buena vida, me he sentido tan amado y yo también he amado a otros, he intentado siempre abrazar a otros, ¿sabes por qué?- mis ojos lo observaban con tanta admiración y pena a la vez, pero respondí;

- Porque te has sentido amado por Dios y el te rescato de la depresión, te abrazo, como siempre dices tu, justo cuando estabas a punto de caer- micky sonrió y me miró con sus ojos de amor y  orgullo, aprobando lo que decía con su cabeza.