— ¿Cuándo vas a preguntarle? — Preguntó Jiseok, viendo a su amigo correr por su habitación como un idiota. Si seguía así, tarde o temprano se haría daño. Todos sabían lo torpe que podía ser Hyeongjun de vez en cuando. Rompía cosas sin tocarlas, tropezaba con sus propios pies al caminar, perdía sus cosas. Incluso metía a otros en problemas , como aquella vez que accidentalmente rompió una figurita de Jooyeon.
Siempre tenían que tener cuidado a su alrededor, asegurándose de que no hubiera cosas afiladas o peligrosas por ahí o vigilarlo mientras hacía algo. Hyeongjun miró a su amigo antes de levantar otra polera, incapaz de decidir cuál debería usar.
Sabía que te gustaba más con los colores celeste y rojo, porque encontrabas que combinaba bien con el color de sus ojos. En secreto, siempre elegía ropa en esos colores precisos especialmente para ti.
— No sé... ¿Crees que debería? — Preguntó, dándose la vuelta para ver a su amigo parado en medio de la puerta, apoyado contra el marco de la puerta. Poniendo los ojos en blanco y sin siquiera tratar de ocultarlo, Jiseok entró arrastrando los pies en la habitación y se sentó en la silla frente al escritorio.
— ¡Por supuesto que deberías confesarte a ella! — Dijo y Hyeongjun se encogió de hombros, visiblemente inseguro de si debería compartir la misma opinión. Por lo general, era muy bueno con las palabras. Sabía exactamente cómo describir los sentimientos que recorrían su cuerpo.
Podía formarlas con palabras profundas y diplomáticas mientras escribía sus discursos o las usaba en canciones, pero de alguna manera, cuando se trataba de ti, siempre se quedaba en blanco. Había habido algunas veces antes que había pensado en decirte lo que realmente sentía por ti. Que amaba la forma en que sonreías, la forma en que tus ojos se iluminaban cuando entrabas en la habitación, cómo hacías que todo lo que tenía que soportar fuera mucho más fácil simplemente existiendo.
Le encantaba respirar el mismo aire que tú, le encantaba el sonido de tu risa por teléfono, convirtiendo cada mal momento en uno bueno. Le encantaban tus palabras tranquilizadoras y tus consejos cuando acudía a ti con sus preocupaciones.
