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Tenía más de 20 minutos enjuagándose la cara, frotando sus mejillas con tanta fuerza que ya comenzaban a picarle. Su respiración se había vuelto superficial y eso lo había asustado.

Había terminado de estudiar hace 2 horas. Lo dejó cuando notó que las lágrimas y el temblor no eran porque estaba triste. Estaba teniendo un ataque de ansiedad.

Se tomó un ansiolíticos inmediatamente y trato de acostarse, pero con el pasar del tiempo el temblor solo empeoró.

Con cuidado, llegó hasta su baño y comenzó a lavarse el rostro hasta ahora. Sentía su respiración cada vez peor y el temblor en sus manos hacía que se golpeara la cara.

Empezó a devorarlo el desespero.

Salió a tropezones del baño, pensando que debía hacer cuando se detuvo en seco, abriendo los ojos con fuerza.

Su respiración se detuvo.

Corrió hacia la sala, angustiado y buscando su celular. Desarmó todo el lugar hasta que pudo encontrarlo en la encimera, sintiéndose mareado por el sofocamiento.

No pensó bien en lo que hacía, solo reaccionó en automático y llamo al primer número que se le ocurrió.

Por supuesto, era el de Igor.

—Querido ¿Estás bien?

Vlad se quedó en silencio.

De repente, la desesperación se convirtió en calma. El pánico se desvaneció y lo único que sentía era paz.

¿Y si lo dejaba así?

¿Y si solo se dejaba llevar?

No dijo nada, y eso fue suficiente para Igor.

—Vlad, estoy allá en minutos. Abre la puerta y trata de mantenerte en la entrada.

Pero Vlad no se movió.

Cerro los ojos, sintiendo de nuevo el pánico al no poder respirar. Pero estaba bien, todo iba a estar bien.

Todo iba a terminar ahora.

***

Lo primero que Vlad pudo sentir fueron fue las sábanas sobre él, antes de que lo atacara el olor a alcohol etílico. Cuando trató de abrir los ojos, la luz lo cegó por un momento.

—¿Cómo te sientes?— Escuchó la voz suave de Danilo.

Solo con eso rompió a llorar.

—Ya no sé lo que estoy haciendo, Danilo— Hablo entre sollozos, sintiéndose miserable.

Mientras lloraba, sintió a Danilo acercarse y acariciar su dorso de la mano con suavidad.

—Lo siento, lo siento tanto. No sé que me pasó. Yo solo... Todo era demasiado y yo-...

—No hay nada de qué disculparse, Vlad. Recuerda, no eres tú. No hay nada de malo en ti. Solo es el desbalance químico en tu cerebro. Nada es tu culpa.

Hubo un rato de silencio, hasta que escuchó una pequeña tos incómoda del otro lado de la habitación.

—Me alegra saber que estás bien, Vlad.

—Igor...

Igor se veía terrible. Su cara se veía sucia en las mejillas, sus ojos estaban muy hinchados y parecía no haber dormido en semanas.

—Sí, lo sé. Ya me voy— Se levantó— Solo quería... quería asegurarme de que despertaras.

—No, Igor, yo...

—No lo hagas, Querido— Lo corto— Se que las cosas no se borran de la nada. No quiero que pienses que debes perdonarme todo lo que te hice, no fue por eso que te ayudé.

La Disonancia de los SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora