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—¿Alguna vez has viajado en avión?— Preguntó Joseph, con una mueca burlona.

—Voy a jalarte las orejas, Joseph ¿Qué clase de pregunta es esa?

—Oh, nada, solo que tu cara está tan pálida que pareces haber visto al mismo diablo, Danilo.

Todos al rededor comenzaron a reír sin real malicia. Danilo chasqueó la lengua indignado y giró su rostro. Vlad no pudo evitar entretenerse también con la desdicha de su profesor.

Estaban en el aeropuerto, esperando la hora de abordaje.

En esos dos meses que habían pasado, los nuevos integrantes de la orquesta se habían logrado adaptar bastante bien. Vlad esperaba sentir más resistencia a la hora de integrarse, pero su fila lo había abrazado como si fueran compañeros de toda la vida, haciéndolo sentir cómodo.

Por razones que no quería profundizar, podía contar con una sola mano la cantidad de repertorios que había compartido con Igor. Para evitar recaídas, trató de dejarse llevar por el asunto y agradecer su suerte.

Una vez dentro del avión, Vlad miró a sus ambos lados. A la derecha estaba Alejandra, quien hablaba más que un radio encendido, y a la izquierda estaba Danilo, quien parecía estar a punto de desmayarse.

Bueno, al menos sabía que no se aburriría en el viaje.

—¡Maldita sea, Igor! ¡Déjame tranquila!— Se escuchó desde la parte trasera del avión.

Incluso algunos pasajeros extraños voltearon a dónde estaba el escándalo.

Igor llevaba una sonrisa prepotente en su rostro, mientras que la chica de enfrente sujetaba su bolso de mano contra su pecho.

—No seas llorona— Le respondió el percusionista.

—Te importa un espárrago si lo soy o no, sólo déjame en paz.

—¿Qué sucede?— La voz de Joseph atravesó los pasillos del avión.

Su rostro se encontraba serio, enojado. Todos los integrantes sabían que, por muy personaje que fuera, si se trataba de asuntos serios era muy difícil hacerle frente.

Igor, por supuesto, era la excepción.

—No te metas, Joseph, regresa a peinarte el cabello.

Ah, sí, Vlad había escuchado algo sobre eso. Igor tendía a empeorar mucho su comportamiento  cuando estaban de gira. Olvidaba por completo lo que significaba la palabra respeto.

—Igor, compórtate, no tienes quince años. No vamos a estar regañándote para que te portes bien.

—Calla, princesita, regresa a los rizos que perteneces.

Vlad tomó una respiración profunda ante la implicación de esa oración. Cerró los ojos, mentalizado que debía calmarse.

Joseph también quedó en silencio, aturdido por esa frase. Igor estaba buscando su sentencia de muerte ese día ¿Cierto?

—Igor.

Oh, todo el avión quedó en silencio. La voz rasposa de Albert resonó con una magnitud digna de un barítono.

—Toma tus cosas y bájate del avión. Quedas suspendido durante los siguientes tres repertorios.

Vlad pensó que el ambiente se pondría tenso (al menos él lo sintió así) sin embargo, todos regresaron a sus asuntos apenas Albert terminó de hablar. Joseph le dió un asentimiento a Albert en agradecimiento y regresó a su asiento.

—Creí que era mentira...— Escuchó a Alejandra susurrar a su lado.

—¿Qué? ¿Lo de Igor?— Preguntó Danilo, más relajado.

La Disonancia de los SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora