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Cuando escuchó la puerta ser golpeada de nuevo, la irritación estalló en su pecho. Le importaba una mierda quien estuviese tocando, no hablaría con nadie más.

—Hijo, soy yo.

Oh, Danilo.

Sintió como una caricia suave en su pecho. Sin pensarlo más le abrió.

Danilo era lo único que le quedaba.

—Danilo.

Su voz se escuchó quebrada. De hecho, apenas se le pudo entender. Le tomó un momento pensar en el motivo.

Había tomado 2 ansiolíticos.

Danilo lo notó en seguida. Tomó el brazo de Vlad para detener el balanceo irregular, temeroso de que cayera. Lo ayudó a entrar y lo sentó en la sala.

—¿Cuántos has tomado?— Vlad levantó 2 dedos, sintiendo su lengua pegajosa— Bien ¿Quieres descansar? Estaré aquí cuidándote.

Vlad asintió e inmediatamente se dejó caer encima del canoso. Permitió que la neblina inundada su mente y cerró los ojos, dejándose arruyar por los latidos del corazón de Danilo, quien le acariciaba el cabello con suavidad.

Danilo sabía que Vlad iba a dejar la orquesta, era la única alternativa que le quedaba en ese momento. También sabía que eso podía desmotivar mucho a Vlad, por lo que ya había planeado algo.

Lo tenía desde hace mucho tiempo, pero quería darle la oportunidad a Vlad de poder experimentar estar en una orquesta de renombre, con la vaga esperanza de que esto no se le volviera un problema mayor.

Pero no, tenía que salir este tonto problema justamente con el director. Que pesadilla.

Seguir en la orquesta sería absurdo. Abandonar la música tampoco era una opción. Entonces ¿Qué hacer?

Tomar una alternativa.

Una vez que sintió el cuerpo de Vlad relajarse totalmente, lo acostó con cuidado en el sofá. Buscó una manta y lo arropó con ella, acomodó su rostro y se separó de él. Buscó su celular para realizar una llamada.

—Buenos días, Christian... Oh, buenas tardes, entonces... Necesito un favor ¿Recuerdas que te había comentado sobre un chelista para entrar a...? Sí, ese mismo. Bueno, quiero que lo ingreses... De acuerdo...

Siguió hablando durante unos 20 minutos al respecto. Cuando quedó en un acuerdo, colgó y se metió en la cocina, con la idea de hacer la cena. Por supuesto, cuando miró que solo había media caja de cereal y 2 cebollas se resignó totalmente, por lo que pidió comida a domicilio.

Mandó un mensaje al grupo de la fila de chelistas, indicando que todo iba lo mejor que podía y que no se preocuparan. Una vez todo, se sentó en uno de los sofás individuales, observando a Vlad dormir tranquilo.

***

—Elliott.

La voz grave de Igor resonó por todo el pasillo. El coro recién salía de su ensayo cuando fue abordado por el percusionista.

—¡Hola, Igor!— Saludó animado. Sin embargo, la expresión de Igor lo bajoneó rápido— ¿Pasa algo?

—Vamos a Hablar— Mientras lo decía, lo tomó del brazo y lo separó de los demás. Elliott se dejó llevar con una sonrisa.

—¿Qué sucede?

—¿Qué fue lo que le dijiste a Kootas?

—¿Yo decirle algo? Ni siquiera hablo con él.

Igor no pudo más. Lo tomó del cuello y lo arrinconó hasta la pared más cercana. Elliott soltó un jadeo.

—No quieras pasarte de listo conmigo, mocoso.

La Disonancia de los SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora